sábado, 26 de mayo de 2012

Yo me quedo en Madrid, yo me bajo en Atocha.





Dicen que todo es más bonito cuando es efímero. Pero esta es la primera vez que siento lo que he sentido aquí, en esta pequeña y humilde corrala de vigas verdes. Siento que tengo una familia. Gente que me ha cogido cariño en poco tiempo. Se preocupan si estoy mal y se ponen felices si todo va bien. ¿Y lo mejor? Yo siento lo mismo.

Salgo a pasear y me encuentro a Sezlu, el chico de Bangladesh, que tiene una tienda de frutos secos justo un par de casas más abajo y es licenciado en Sociología en su país. Hablamos y me pregunta por cómo está mi familia. Saluda a Dan con amor e intenta jugar suavemente con él. Sigo un poco más adelante y mi vecino pequeño me asalta para que vaya corriendo a su casa que tienen una visita nueva que quieren que vea y su padre a lo lejos le apoya, insistiendo en que entre. Al entrar, me encuentro a la señora Alicia, a quien por cierto, tengo que llevar unos bombones, ¡porque me apetece! Nos damos los buenos días y le sale un: ¡qué guapa estás hija! Y yo entro riendo. Me acerco a la casa con la visita indicada! y sorpresa! un cachorrito. Me quedo, juego, sonrío. Hablo con mi vecina de su hija, a la cual, de modo altruista he decidido ayudar en sus estudios el tiempo que me queda aquí por el cariño que les he cogido... Y decido entrar a estudiar otro rato. Entro sonriendo. Noto que bajan algo la voz, quien sabe si preocupados porque yo estoy estudiando. Todo es perfecto aquí. Me pregunto si es porque realmente es perfecto o porque es efímero, pero realmente me importa poco. Lo importante es que soy realmente feliz aquí.

Y justo ahora, me tengo que ir...

Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario