jueves, 7 de diciembre de 2017

¿Cómo abrazar a un cactus?



Mi madre siempre me ha dicho que para que ocurra la magia hay que creer en ella.
Un día me hicieron tanto daño que dejé de creer. Y me marchité, como una flor.
Ahora soy un pequeño cactus, espinoso y poco abrazable. Lo he sabido gracias a que mi mejor amiga me puso un espejo delante.
Mientras me abrazaba la vi sangrar.
Entonces comencé a creer de nuevo. No tenía nada que perder. Y pensé que así tal como yo estaba nadie podría abrazarme, solo le haría daño. Hoy mientras volaba me acordé del sol. Y pensé que quizá, quién sabe. Quizá haya un sol para mí.
Y he vuelto a casa jugando a la rayuela en la acera. Y parece que tengo algo de calor. ❤️
Por cierto, te he hecho este dibujo. Por si te pierdes. 🌷

Para no olvidar.


LA SENTENCIA*

Esperando
la próxima piedra
vivo
preparada.
Ya me acostumbraré
a hacer de la memoria
un corazón nuevo.
El verano se desnuda
en mi ventana.
Tengo el presagio
de que en un tiempo
quedará vacía.



*Inspirado en la última palabra de cada verso del poema homónimo de Anna Ajmátova. 
Sé exactamente en qué momento se me congeló el corazón. Y por qué. Cuándo me di por vencida. Cuándo me ganó la vida. Lo sé porque sentí un peso enorme en el pecho, como una piedra. Luego el estómago se hizo un nudo, y no volví a amar a nadie más. Fue justo ese día. Cuando la única persona que nunca me había fallado, también falló. Porque las personas fallan, ¿sabes? Y no pude reparar mi error. Ya sé que un corazón de hielo es más fácil de romper, pero no hay nadie que se atreva a entrar en él.
Donde no hay futuro
se construye sobre el pasado.
Tengo miedo de volver a verte. 
(Ha pasado tanto tiempo).
Que ya no seas el mismo.
Y mi amor ya no sea eterno.
O peor, que sigas siendo tú
a sabiendas de que yo ya no soy yo
-después de todo lo vivido-
y no encuentre el infinito en tus pupilas.
Que el halo de tu decepción 
colme mi pena. 
Y sentir la certeza:
el peso del tiempo
desplomándose firme
sobre mí.
‪El último rayo de Sol‬
‪es verde‬
‪como la esperanza,‬
‪es lo último que se pierde.‬

Di vuelves.
Di siempre.
Diciembre.

No entiendo cómo puedo echarte tanto de menos. Si juntamos todos los días que estuvimos cerca, ¿que serían en total? ¿Unos meses? Creo que eres el único al que mis amigos han podido querer, aunque sólo sea por el hecho de que saben que aún te quiero. Y que nunca dejaré de hacerlo. O quizá sea porque nunca has querido hacerme ningún mal. O quizá por tu Libertad. Esa forma de de dejarme ser yo misma mientras me acunas y me das tu cariño. La seguridad de que no vas a ninguna parte que no sea a mi lado. O cada vez que cuelgo el teléfono y me quedo pensando en tu respiración, que acompaña perfecta al ruido de mis latidos. Solo el hecho de que existas ya hace que recupere la fe. Quizá para mí también haya algo bueno. Quizá no sea hoy cuando vaya a perder la esperanza.
Mientras tanto te (ad) miro en la distancia, esperando que algún día vuelvas, a por el beso que nunca te di.

Hoy es siempre todavía.

Después de pasar por un mal momento en la vida, de esos de los de "de esta no salgo", (y saliste), nos castigamos fuertemente por ello. No nos permitimos desear algo más porque tener lo justo ya es lo mejor que nos podría haber pasado. ¿Por qué nos hacemos esto? ¿No deberíamos desear con más ahínco la vida? El miedo nos mantiene atrapados en un confort que creemos nos asegurará no volver a pasar por ese mismo daño. Nos negamos a intentar, a arriesgar. Es tan grande el dolor vivido que no nos deja avanzar por si volvemos a caer. Es el miedo que nos impide poner el otro pie, por si el suelo se vuelve inestable. De nuevo. Por si es peor. Por si esta vez caemos del todo. Por si ya no nos quedan fuerzas. Olvidamos todo lo que fuimos, por lo que podría llegar a ser. Sin recordar que ahora somos más fuertes, más rápidos, más capaces, más nosotros que nunca. Sin recordar que la vida está ahí, dispuesta a que vuelvas a mirarte al espejo y decirle, ¿qué, nos la jugamos de nuevo?
¿Y si vuelve a pasar? Pues bien, si vuelve a pasar te vuelves a levantar con lo ya aprendido. Y yo te preguntaré algo más: ¿y si no vuelve a pasar? ¿y si te lo sigues negando todo? ¿y si por miedo a morir (que al final siempre sucederá) te niegas a vivir? ¿podrías perdonártelo? porque yo no. Así que sal de ahí, de donde quiera que estés metido y juégatela. Pero juégatela del todo. Dile a esa chica o a ese chico, lo mucho que te gusta, o la poca intención que tienes de olvidar lo que no merece ser olvidado. Lucha por el trabajo de tus sueños. Por todo eso que llevas una vida construyendo y no esperes más. Levántate cada día como si fuera el último. Porque tú más que nadie sabe que algún día lo será. (Ya te lo han dicho muchas veces). Coge ese tren que un día perdiste. Bébete la última cerveza que aquella noche no tomaste. Llama a tu madre. ¿Cuántos días llevas sin llamar a tu madre? Di te quiero. Perdona. Perdónales a todos, aunque solo sea por joder. Y vívetelo. Por ti, única y exclusivamente por ti. Y por todos los que un día te agarraron de la mano y te hicieron fuerte. Di gracias. ¿Cuánto tiempo dura esa palabra en tu boca? ¿Dos segundos? Sus efectos son para toda una vida. Así que coge esa vida y haz que sea un para siempre. Porque no vas a tener otra oportunidad.