sábado, 12 de mayo de 2012

Fin de la historia.


Me siento en mi mesita, con un zumo de piña en la mano que deposito en una taza con las letras inscritas de love,  de un amor ya olvidado. Hoy he terminado mi novela. La había cogido cariño. Algo extraño sucede cuando terminas una novela. Te sientes feliz, satisfecho con tu trabajo, porque ya la has terminado y es una historia más que añadir a tu colección, y sobre todo, porque ya sabes el tan ansiado final. Esperado o no, pero realmente ansiado. Además sabes que así podrás empezar una nueva. Tendrás que elegir otra víctima, o hacer que baje ese montón que ya tienes preparado para cuando termine la que estoy leyendo. Pero por otra parte odias que se haya acabado, lo odias con todas sus fuerzas porque te enamoras de sus protagonistas, de cada una de sus letras, te metes en la vida del personaje principal, el cual siempre sueles imaginar a tu antojo... Y al fin y al cabo, te tienes que despedir. Y a mí, no me gustan nada las despedidas. De hecho, a pesar de tener la estantería llena de libros para cuando termine la que estoy leyendo, he estado a punto de comprarme la siguiente, la que supuestamente continúa la historia simplemente para no despedirme de mi querida Val.

Aún así, siempre te recordaré.

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