jueves, 30 de abril de 2015

Follamantes



No sé por qué le llaman polvo, si con ella es luz y fuego y aire, y la tierra siempre queda abajo. Ella está hecha de un material tan especial, que te cambia la vida cuando la tocas.

Abrazarla desnuda es como bailar en el aire sin más música que la que vamos improvisando al respirarnos.

Abrazarla, desnuda, es remar contra el tiempo y ganarle.


Ella tiene solo un defecto: Yo.

Y hasta eso le queda bien.

-Carlos Salem. -



Fotografía: Helmut Newton.

Mayo

He abierto los ojos y mayo se ha tirado sobre mí en la cama sin dejar que terminase el último sueño. Pienso que ha llegado el momento de ponerle un final a tus versos, miro a mi izquierda y hay cinco lunares que me recuerdan que no existes. Creo que llevo una eternidad durmiendo. Pienso que quizá sea así y nada de esto haya ocurrido. Pero de pronto el viento ha soplado al calendario del salón y he visto que ha llegado el momento de enfrentar el final de una etapa en la que cuelgan una beca naranja de tu pecho, marcando sobre él la uve de la tan gloriosa victoria, y yo, que me he quedado dormida esperando el momento, pienso '¿y ahora qué?' y beso los lunares y no importa, pero por si acaso algún día... dejo una luz encendida esta noche que me permita acercarme a las ecuaciones que resuelven la fórmula de este futuro incierto.


Fotografía: Helmut Newton. 1989

lunes, 27 de abril de 2015

Mi chica revolucionaria.



Mi chica revolucionaria
(…)
Tuvo un novio hijo de puta
–fue entre los veinte y los veinticinco–
y aún conserva invierno
de aquel viaje,
trozos de un puzzle inservible
no apto para cardíacos,
y yo que soy arrítmico
he preferido conocer nunca
todos los detalles
tal vez por esto
todos los hombres que vinieron después
nunca fueron novios, ni parejas, ni amantes:
fueron básicamente animales de compañía.
El miedo, el puto miedo.


De su infancia conozco poco
pero estoy seguro que pasaron cosas.
Un padre trabajador,
una madre obediente,
mayoría absoluta de mujeres
en una familia típica de los ochenta,
un barrio a las afueras de Madrid,
un corazón inexperto,
dudas existenciales sobre la muerte de un insecto
y setenta y nueve maneras
de defenderse de la lluvia.

Cuando canta desafina
pero me gusta,
cuando se enfada sin razones la desactivo,
cuando se enciende yo también prendo, cuando no llora
yo pongo el charco, cuando cocina
la como a besos, cuando conduce le meto mano, cuando me chupa le aprieto fuerte
y nos entendemos, cuando se corre
es un seísmo sin escalas.

(…)

-Diego Ojeda-


Fotografía: Serie Noire Pour Belle De Nuit,” by Peter Lindbergh for M le Monde 
(September 2012)



domingo, 26 de abril de 2015

Domingo.

Un domingo interminable 
que acaba en mis manos 
por no encontrarte. 

Un domingo lleno 
de cine barato en un salón 
que chirría las puertas por ti. 
Un domingo 
de esos que haces cruz
 en el calendario por no pensarte,
 de esos que no atiendo
 a razones sin tu boca,
 de esos en que lo único
 que hubiera bastado para morir
 sería perder el aliento,
 porque el corazón se paró
 la noche del sábado,
 cuando caí de la bici frente a tu puerta y
 el ron se me derramaba por las pupilas
 mientras la lluvia desenredaba mi pelo.

 De hecho, probablemente ya no tengo el corazón, 
no lo sé, porque no lo siento, 
pero vi a tu perro juguetear con él mientras me lamía las heridas 
en las rodillas que me dejó 
otra boca 

por no hallarte.


Fotografía: Irving Penn.

El invierno me ha dejado una cicatriz en el lado izquierdo. Aún duele si me rozas, es demasiado grande. 
Pero mayo llega asomando sus rayos entre el ruido de tormentas que es abril, y esta primavera se dibuja en forma de gato de angora que recoge de mi pecho el amor que siempre me sobra, como recojo yo de tu sexo el gemido que anuncia un nuevo despertar. Un despertar sincero y en paz. El despertar de una nueva era que tatuará un infinito en mis pupilas y una eternidad encima cada uno de los puntos que perfilan la costura del paso del invierno por nuestras vidas.



Fotografía: Kylie Bax by Peter Lindbergh. 1997.


El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.


~Casablanca~







Causalidad o destino.






Siempre íbamos a la misma frutería, y no sé cómo lo hacíamos, pero siempre coincidíamos a la misma hora, comprábamos las mismas manzanas, y nos despedíamos cordialmente. Así, una y otra vez. Daba igual que yo fuera a las siete o él a las siete y cuarto, siempre algún motivo (que alguien mal llamaría destino) nos hacia coincidir. Un día el frutero no encontraba las bolsas, al siguiente yo había decidido salir más temprano y poner a prueba la casualidad y él también. Y así, acabamos comiendo las mismas manzanas del mismo plato, pues se acabó mudando conmigo. Y supongo que yo siempre había tenido la cama vacía porque siempre le había estado esperando.


sábado, 25 de abril de 2015

jueves, 9 de abril de 2015

Te conocí un abril, justo cuando más frío le dio por ser al invierno (no, la primavera aún no había llegado). Yo que me creía inmarcesible, comenzaba a perder las hojas, una a una, lenta y dolorosamente. Y con ellas, la paciencia. Entonces comenzaste a besar mis espinas y la primavera asomó con los primeros rayos de sol. Ahora hace un viento terrible, pero mi tronco es fuerte y tu aroma hace renacer mi única flor.

miércoles, 8 de abril de 2015

Miedo.




Quisiera contarte que tengo miedo. No a ti. Tengo miedo al futuro. Quisiera acariciarte con mi sonrisa, pero hoy mis pupilas se dilatan cuando te miro, y tengo la miel de los ojos difuminada por el agua que me empapa el alma. Quisiera rozarte el corazón con un cálido -no te asustes-, pero no encuentro esa expresión en mi léxico, creo que se ha borrado de tanto decírmela a mí misma cada mañana. Quisiera sostener tu mirada mientras me buscas, pero tengo el mundo agitado y no sé cómo contarte que no hay quien lo pueda parar. No sé cómo decirte que tú lo tambaleas un poco más.

martes, 7 de abril de 2015

Se dejó el corazón en mi casa con la promesa de volver a vernos. Aún no ha vuelto a por él, pero cada vez que lo miro suena Louis Armstrong y yo me acuerdo de sus pecas prohibidas, y de cómo memorizaba cada poro de mi piel. Cómo recorría mi deseo hasta perderse en mi locura. Cómo sus ojos se clavaban en mis pupilas susurrando  al oído palabras que me llevaban fuera de este mundo y no me devolvían hasta varios días después. Creo que él  también perdió el Norte y un cinturón después de aquel poema, pero no ha vuelto a amanecer y en mi casa aún sigue arañando el viejo tocadiscos de su corazón.

sábado, 4 de abril de 2015

Summertime

Mientras el vinilo da vueltas en el viejo toca discos, miro su boca. Si quisiera intentar besarle tendría que ponerme de puntillas o subirme al escalón que conecta la cocina con el patio donde duerme tranquilo el gato. Es demasiado difícil. Él siempre es demasiado difícil, inalcanzable. Él siempre es demasiado. Su tez blanca rompe por completo sus facciones de tipo duro. Si ahora mismo tuviese narices, le cogería del culo y no dejaría que se fuera nunca más. Bailaríamos lento y a contratiempo. Cuando me quiero dar cuenta estamos bailando lento y el tiempo juega a nuestro favor, agacha su cabeza mirándome a los ojos mientras me susurra algo que no entiendo, pero me permite que le ataque a mordiscos. Sus labios carnosos se intercalan con los míos y de fondo suena la increíble Ella Fitzgerald, me gustaría tener su voz, aunque ahora lo único que me pertenece e importa es su boca. No quiero que acabe nunca.


Intranerso.



Estabas loca. Esa locura contagiosa, agradable al principio, y que nunca sabes por dónde te va a llevar. Yo ya intuía que eras una chica tóxica, pero te ponías a hablarme de Sabina y de Louis C.K. y de Palahniuk y del Cinque Terre y me dabas besos en la nariz después de reírte y Madrid entera te hubiera follado.
Y ahí terminamos, en mi cama. Aunque antes habíamos terminado en aquel portal que olía a recién pintado. Y es que estaba recién pintado. Desde esa noche tengo el corazón un poco más roto y unos vaqueros llenos de pintura blanca.
A veces buscamos sentir más de lo que deberíamos.
Pero espero no aprender jamás esta lección.


-Carlos Miguel Cortés. Intranerso-