jueves, 15 de diciembre de 2016

He decidido que me voy a comprar una planta para tener algo de lo que cuidar que no sea yo misma, y me he prometido ser más ordenada. Aunque todo esto creo que en silencio te lo estaba prometiendo a ti. He comenzado por emparejar los calcetines, y he acabado haciéndolo por parejas de colores distintos. Bueno, parejas, al fin y al cabo, ¿no? Seguramente te pondría nervioso y feliz a partes iguales verme hacer todo lo que hago. Llevo intentando mantener mi casa en orden desde que te fuiste, pero tengo la cabeza hecha un desastre y el corazón se me desparrama por el suelo. Algún día lo conseguiré.
He vuelto a escribir. Sé que en el fondo te alegras, aunque odias saber que es a ti. No me importa. También sé que no lo leerás.
A veces, imagino que te has ido de una forma tan silenciosa porque piensas volver. Y cuando llego a casa tengo la sensación de que hay alguien dentro. O cuando me voy a dormir, te juro que hay días en que oigo la puerta. Será el vecino, ese que tantas veces nos ha oído cosas que nadie debería oír (o sí, quizá su vida sexual ahora sea mejor). Todavía no me saluda. Será cuestión de tiempo. Ya sabes que no me importan demasiado esas cosas.
He vuelto a conectar mi tocadiscos, y estoy ahorrando para regalarme algún vinilo. Sé que era parte de tu regalo de Navidad, y no quiero echarlo en falta. He colocado la máquina de escribir sobre la mesa de la entrada y la voy a arreglar. Creo que voy a empezar a escribir a máquina, así si algún día entras por aquí, no me odiarás tanto.
¿Sabes? He vuelto a salir con mis amigos. ¿Te acuerdas qué ganas tenía de hacerlo? Buá. Todos los días. Y mi hermana pequeña está mejor, sé que te alegrará saberlo.
Aún llevo mi abrigo verde fosforito y me sigo poniendo las bragas de Bridget Jones para pasear por casa y mirarme al espejo mientras me río. No son tan feas ahora que no estás.
Te voy a contar algo que te encantará saber. He seguido con mis clases de canto y he vuelto a sentirme en paz conmigo misma.
Siento no haber sabido hacerlo de tu mano, pero quiero decirte, que por un tiempo: me hiciste creer que el amor existe y que contigo "he sido más feliz de lo que en los libros dicen que se puede".
Así que gracias. Nos vemos pronto.

Durmiendo sola.



"Yo que declaré la guerra a quien
nos separaba".

Espero que encuentres a alguien, y que no sea como tú esperas. Que sea aún mejor. Que nunca te apoye en esas cosas que haces tan mal, pero que sea capaz de ayudarte a salir de ellas. Que sea paciente contigo. Necesitas mucha paciencia, y yo... aún trato de tenerla conmigo misma. Espero que te cuide tanto que llegar a casa nunca sea una lucha, que sea una auténtica bendición. Que no te pida nada, porque para ella lo que tú le das sea todo. Qué cosa tan maravillosa. Que te quite la cerveza de la mano, y se la beba ella. Y juntos seáis capaces de crear un mundo mejor, y sacar hacia adelante todos esos proyectos que tienes en mente. Que calme a la fiera y alimente al león que llevas dentro, esa siempre ha sido tu arma de doble filo y tan increíblemente potente. Que quieras salir de ahí, de donde quiera que sea que estés en ese momento, solo porque estar con ella es lo mejor que puedes hacer. Que tengáis dosis diarias de sexo salvaje, si es lo quieres. Y si no, que hagáis del sofá el amor ese que tanto te gusta. Que te escuche a diario y te proponga nuevos retos, pero que te aporte tanta paz que creas que vas a morir de tanto amor un día. Que se encargue de lo tuyo tanto o más que tú. Que sea capaz de todo, igual que tú harías por ella. Que tenga el pelo corto, y así no te moleste en la almohada. Que huela bien. Que huela a ti. Que no tenga miedos, que no haya sufrido antes y pueda entregarlo todo. Que adore a los niños, y los juegos de mesa. Que sea fácil, rápido. Que esté en ese punto, en esa vida, en la que tú estás, y por la que sí te merecería la pena volver a ser tú mismo.
Nunca dejes de ser tú mismo, con nadie. Solo te deseo eso. Alguien capaz de estar a esa altura a la que tu vida cobre sentido. Y que cuando volvamos a encontrarnos, llore de la alegría que me provocará saber que hicimos lo correcto.


Vuelta a la vida. Vuelvo a escribir.

He vuelto a escribir. Y no sé si eso es síntoma de que me dueles menos, o de que dueles tanto que no te puedo guardar. El caso es que ahora le grito a un papel, como si tú estuvieras escuchando justo al otro lado. Tú que nunca leíste mis poemas, que no mirabas con admiración cuando recitaba versos frente a cientos de personas. Tú, que decías que te gustaban otras cosas de mí. Ahora yo, me pregunto, si no leíste mi alma y nunca me viste saltar en los charcos, ¿qué podría gustarte de mí? Quizá esa sea la respuesta al interrogante de por qué no te tembló el pulso al bajar las escaleras, por qué no te rompiste en mil pedazos, por qué nunca volviste a volver.

Hoy llueve.

Hoy llueve con tanta fuerza que he logrado entender por qué aún no he llorado. El cielo, la vida, lo está haciendo por mí. Hace tanto frío que aún siento mucho más profundos todos los trozos de corazón que llevan clavándose en el pecho desde que te fuiste. Uno a uno. Todos a la vez. A ratos, te juro que me cortan la respiración. Unas veces me pilla en clase y dejo de respirar un minuto hasta que se hincha el pecho y se pasa. Nadie se entera. Otras, me pilla con mis amigos y río, con esa risa que suena a cristales rotos por todas partes. Y me preguntan cómo estoy. Al no responder, me agarran bien fuerte y me dicen: salgamos a dar un paseo. Entonces saltamos en los charcos y cruzamos los pasos de cebra solo por las líneas blancas. Hago todas esas cosas que nunca me atreví a hacer contigo, como si me estuvieras viendo y consiguieras enamorarte de nuevo. Ya te dije que no me conocías, quizá fui demasiado despacio. Desde que la vida se paró, no he vuelto a tener prisa.

Lo he vuelto a encontrar.

Justo hoy. Me lo he vuelto a encontrar.
A aquel chico. El que me intentó violar.
Te hubiera encantado estar aquí y poder romperle los dientes. Pensaba que se había ido de la cuidad. Pero hoy, me lo he vuelto a encontrar. Y he pensado en ti. En las clases de defensa personal a las doce de la noche que yo nunca escuchaba. Me he acordado de ti y de que ya no estás para hacerlo por mí, y le he mirado fijamente como quien te está perdonando la vida porque hay demasiada gente alrededor, y me he pedido un café con leche. Ya sé que había dejado el café, pero en ese momento también te hubiera besado si tú hubieras estado allí. Nunca nos vamos del todo de aquello que nos hizo feliz. Cuando me he dado la vuelta ya no estaba. Tú tampoco. Y he pensado que quizá había sido mi imaginación y que te echo demasiado de menos. Pero no, aún puedo notar sus ojos en mi espalda y aquel sujetador roto que guardo en el primer cajón para nunca olvidar.