sábado, 30 de noviembre de 2013

Y que no te lo pienses más.



¿Qué esperas de una chica a la que se le olvida comer?
¿Qué esperas de alguien que tiene vacía la nevera y llena de platos la pila?
¿Qué esperas de la chica que se sienta sin prisa a leer en la plaza?
¿Qué narices esperas de mí?

¿Qué esperas cuando te digo que lo siento?
¿Qué esperas cuando no te digo nada
cuando no te llamo
cuando no te miento?

¿Qué esperas cuando no salgo a buscarte
por si te ahuyento?
La última vez después de cien páginas
ni si quiera me dejaron acabar el cuento.

¿Qué esperas cuando escribo que te quiero y espero a que vengas y me preguntes si es a ti?
¿Qué vas a esperar de mi?

¿Que qué espero yo de ti?
Espero que le eches lunares
y vengas a colorearme la tarde.

Espero que seas todo eso que yo no puedo ser.
Espero que no esperes todo aquello que de mi no se puede esperar.
Espero que vengas a buscarme
Y que no te lo pienses más.

A la plenitud le falta un verso



-¿Quién coño se follará a este pedazo de tía y qué cojones hace por aquí tan sola?- 

Esta mañana había decidido salir a buscarte. Iba mirando todas las aceras para encontrar una que se pareciera a aquella que aparecía en la foto en la que estabas con mi mejor amigo. Y ninguna se parecía. Desesperada, buscaba una y luego otra y otra… El problema quizá no eran las aceras, el problema es que salí a buscarte cuando ya era demasiado tarde, siempre lo hago así. Pero preferí salir con los labios color rojo Yves Saint Laurent, mi abrigo de piel sintética y un sombrero de ala ancha. Los labios rojos, eran por si tenía que besarte. El abrigo de piel, por si no te encontraba y el frío hacía con mi corazón una de las suyas. El sombrero…para llegar hasta el cielo. No te encontré y comencé a morderme el labio hasta casi quitarle el color, me desabroché el abrigo y caminé erguida. Enfadada me colé entre calles por las que no suelo aparecer, y de repente, en medio de toda esta distracción, la agonía de no volver a verte y el desastre que estaba causando con mis atuendos, escuché este comentario soez pero  bastante adulador. Miré a mi alrededor por si había alguna chica de metro setenta, de esas que siempre he querido ser, o si había alguna rubia o si acaso paseaba por allí alguien que te mereciera más que yo; pero no, no había absolutamente nadie. Y entonces recé, recé porque estuvieras allí y no te hubiera visto, que estuvieras asomado a un balcón y rieras con fuerza y pensaras lo mismo que aquél, y bajaras a terminar de quitarme el rojo de los labios. Pero no estabas y perdí la sonrisa. Los Sábados ya no son Sábados desde que no te pasas por aquí. Los Sábados, parecen más bien terribles Domingos en los que nunca te pude ver. Incluso los Lunes, han dejado de encantarme porque no estás. Me invento alguna excusa, pero ninguna es lo suficientemente buena como para molestarte, así que lo dejo estar. Y me dicen que corra hacia a ti, pero no puedo, pero no quiero.
¿Sabes? Ha sido una semana fantástica, llena de buenas noticias, amigos y un éxito resplandeciente en todo lo que hago. He sido plenamente feliz muchos días, hasta he escrito algo sobre ello. Pero después de todo, si no hay con quien celebrarlo el Sábado, si no hay con quien abrir una botella de champán, si no hay nadie que te espere cuando subes ese montón de escaleras corriendo y cantando… Si no hay nadie a quien sonreír, no es que sea triste, es que es raro. No es que la felicidad no sea plena, es que me gustaría celebrarlo. Y sí, soy de las que se beben una botella de champán sola y ríe y ríe y ríe… pero al tercer ríe… todo el mundo cierra la botella de champán y se va a dormir. Te engañaría si dijese que después del tercer ríe no quiero un buen polvo que me haga seguir riendo y riendo sin parar, te engañaría si te dijera que no quiero caminar contigo mientras lo celebramos con un helado, te engañaría si te dijera, que no es contigo con quien quiero celebrarlo. Aunque ni si quiera existas, aunque ni si quiera te conozca, aunque tú no seas libre y aunque yo no debiera escribirlo. Aún con todo eso, me gustaría celebrar contigo de la mano y cantar que si no estás tú para celebrar a  la plenitud le falta un verso.



viernes, 29 de noviembre de 2013

Por miedo a los golpes.


Supongo que después de los insultos
venían los golpes.
No me quedé a comprobarlo
aunque tardé en olvidarlo unos meses;

y ahora tengo pavor al compromiso
por miedo a los golpes que no recibí,
y ahora tengo miedo a tenerte
por si su sombra pasara por aquí.

Ayer me ofrecieron un contrato
de trabajo.
Huí,

por miedo a los golpes.

Ayer me cogiste de la mano.
Huí,

por miedo a los golpes.

Entonces me miras,
me miras y sonríes
y secas la lágrima que dibuja una curva en mi mejilla
y prometes no agarrarme de la mano
si te dejo caminar a mi lado.

Y prometes no hacerme daño.
Y no te creo.
Y me quedo a tu lado,
y no es porque haga frío
supongo que es porque te quiero.

Me coges fuerte de repente,
tan de repente que me asusto
y huyo,

por miedo a los golpes.

No corres,
te sientas y esperas a que vuelva
y no vuelvo,

por miedo a los golpes.


Caminas sin rumbo esperando encontrarme
y corro hacia a ti,

ya no tengo miedo a los golpes.

Y me abrazas fuerte
y cierro los ojos
y sólo hay magia.
Y cumples
y no me agarras nunca,
y sólo caminas al lado,
y nos perdemos en un sueño
que nunca ha ocurrido.


O si.

Caminas a mi lado,
y haces que pierda el miedo,
aunque azote el corazón
si pienso en perderte,
yo nunca le tuve miedo a los golpes
de ese condenado indecente.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Con la boca



Si yo fuera dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:

con la boca).



(Ángel González )

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Así, con acento.



Me aburren las tardes sin tí.

Así, con acento,
porque eres algo insólito
y no soporto la idea de tratarte como algo ordinario.
Así, con acento,
porque eres uno de esos errores que nunca cometo.

He pensado en acentuar siempre la í, cuando se refiera a tí,
porque eres tú quién le da fuerza a mís días,
sabor a mís sentídos.
Porque eres eso que me falta cuando no estás,
porque soy una î cuando no acentúas mís besos.
Porque mi î no es í sin tí.
Porque sín tú saberlo
le das sentído a todos mís acentos.








lunes, 18 de noviembre de 2013

Las tardes de Domingo




Cuando quiero tomar conciencia ya es Domingo por la mañana. Intento huir de un insufrible dolor de cabeza y Jaime se asoma por la puerta de la cocina con una sonrisa de oreja a oreja.
-Mierda, ¿pero qué coño hace este tío aquí?-, pienso. Y antes de poder recordar casi agudizo una arcada con su prepotente forma de hablar: -Aquí tienes nena, para que veas que yo también puedo ser un auténtico romántico, como las gilipolleces esas que escribes-. Gesticulo una mueca y miro el desayuno: Fresas con nata, zumo de naranja y tostada con crema de arándanos. No sé ni de dónde ha salido todo esto. En mi nevera sólo hay un caldo de pollo de hace tres días y salchichas para mi perro, que cuando me veo muy necesitada o perezosa, ataco yo. -¿A este qué coño le pasa?- Pienso, mientras no deja de hablar y sonreír. Creo que me está contando planes para el día de hoy. Y yo con este maldito dolor de cabeza. Pruebo un trago del zumo y salgo disparada al baño. No, ayer no fue una noche ligera, para nada. Me lavo los dientes y la cara y salgo mientras me mira con cara de idiota. -¿A este qué coño le pasa?-.
Aún no he articulado palabra, cuando me agarra de la mano y me dice: Bueno, gordi, ¿qué quieres hacer hoy?- . Gordi, me ha llamado gordi... ¿pero quién se cree que es y por qué hace eso?. Odio terriblemente esa palabra, pero sonrío y me encojo de hombros. -¿Qué te parece si salimos a comer algo y luego nos vamos al cine?-, insiste. ¿Comer? ¿Cine? Yo lo único que quiero es dormir, dormir durante todo el día. - Comer está sobrevalorado, y el cine…  El cine lo quiero, pero sin ti-. Pienso. Esbozo otra sonrisa. Cuando me quiero dar cuenta ya se ha comido todo lo que era mi desayuno. No me importa, yo sólo quiero café. Mientras lo preparo, me agarra de la cintura y me susurra al oído, no puedo ni sé hacer otra cosa que reír. -Este no es Jaime…- me digo a mí misma, pero disfruto. De vez en cuando, no viene mal la compañía. Sin embargo, cuando el intenso aroma a café desaparece y recupero la cordura… Me molesta, Jaime me sobra. Hace frío, lo sé. Y mi madre no deja de repetirme lo bien que me vendría tener a alguien conmigo, pero es que no le quiero a él. Sí quiero una tarde de Domingo, si quiero un cine. Si quiero salir a comer… Claro que sí. Aquí en la azotea de la soledad, hace mucho frío. Pero al final, lo importante no es con quien te vayas a dormir la noche del Sábado o quien amanezca a tu lado la mañana de resaca, no. Lo importante es con quien quieres disfrutar la tarde absurda del Domingo. Y no, no todo el mundo es apto para una tarde de Domingo.
He dejado a Jaime que se quede un rato, al fin y al cabo me ha hecho el desayuno. Jaime no es tonto, no me ha hecho falta mucho para que desapareciera y me dejase en mala compañía, conmigo a solas. Pienso en escribir a Néstor, pero no puedo. Y un recuerdo repentino rellena parte de las lagunas de la noche. Ayer le vi, se acercó a saludarme mientras yo hablaba con María. Como de costumbre, me guiñó un ojo. Noté reventar mi corazón e instintivamente puse la mano en mi pecho. Si no hubiera tanta gente alrededor, los latidos de mi corazón habrían roto los cristales de aquél oscuro lugar. Quise agarrarle, pedirle que nunca más se fuera. Pero me quedé sin habla y sin corazón. Y él… tenía prisa. No sé si volveré a verle, pero siempre llevo puesto el abrigo por si vuelve a llover.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Donde perder el sentido.



Quiero pasar las tardes tontas de Domingo acurrucada en tu pecho, los sábados eternos de resaca, con tu cabeza en mi almohada, quiero que la vida siga sin tener sentido pero sabiendo que tú estás junto a mí. Quiero que roces mi eternidad con tu tacto y que fusiles mi mirada con tu aliento, quiero que me cojas fuerte, tan fuerte que todas las piezas de este corazón roto vuelvan a unirse. Quiero que los días eternos se consuman con tu presencia y que no me quede tiempo, que necesite más porque quiero vivir entre tus brazos. Quiero que sepas que no fue un espejismo y que yo sigo aquí esperando, esperando a que un día decidas darte cuenta de por qué estaba yo aquella mañana en aquel lugar y justo en ese momento, justo a la altura del reloj de arena, que sepas por qué se activaron mis alarmas y por qué estás equivocado. Lo estás, porque es aquí donde tu alma te espera, es este tu sitio, el lugar donde descansar después de un día duro, donde coger fuerzas a media mañana y donde pasar un día absurdo y perder por completo el sentido. Y la razón.

martes, 5 de noviembre de 2013

Lo que sea, menos morir de amor.



Todos los besos que te debo
los estoy transformando en exceso
de café,
chocolate
y golosinas.

Yo que iba a dejar el café,
yo que nunca tomo chocolate,
yo que odio las golosinas.
Son las cinco de la tarde
y estoy tomando
café con regaliz rodeado de azúcar.

Un sorbo de café,

una muerte de azúcar

y todo porque te vuelvo a ver.

Y hoy es nuestro último día, nuestra última vez.
Lo sé,
esto se tiene que acabar y tú también,
Lo sabes.

O acaba o moriré de diabetes,
 de un exceso de azúcar o de mal de estómago.

Lo que sea menos morir de amor,

Lo que sea.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Te miro y tiemblo



Yo no le tengo miedo a nada,

 pero todavía no me explico 

por qué tiemblo cada vez que te veo.





-Jaime Sabines-