sábado, 10 de noviembre de 2012

Solos de nuevo, corazón.

Antes de que tan si quiera pudiera darme cuenta ya había acabado con él. Me estaba haciendo tanto daño que no podía hacerlo. No me podía permitir ese tremendo lujo emocional de mantener a alguien que te aporta maravillas, sin poder si quiera regalarle una mirada enamorada. Se ha portado como un príncipe y se ha marchado como un príncipe también. Regalándome un beso en la frente y arrodillándose para besarme suavemente la mano. Una promesa de volver a vernos y un, lo entiendo. Maldita sea! Me enfado conmigo misma por dejarle ir. Pero mi corazón no le pertenece, es lo mínimo que puedo hacer por ambos. Ser sincera.

Si él supiera, si supiera cuánto deseo que mi corazón le pertenezca y que él pueda limpiarlo. Que pueda tratarlo con el mimo y la dedicación que se merece. Lo deseo, pero no lo siento. Y contra eso, jamás voy a luchar. En el fondo, hoy estoy triste. Triste porque quizá haya dejado marchar el reflejo de cualquier vida soñada, la oportunidad de acercarme a la vida en Florencia e incluso de aprender a hacer un plato típico en uno de esos hornos que sólo los privilegiados tienen en su casa. Todo ello, a cambio de mi corazón... Te debo de querer mucho, corazón, porque nuevamente estamos solos, tú y yo. Solos ante el peligro. Ni tan si quiera está Dan para abrazarme después de una odiosa ruptura.

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