miércoles, 31 de octubre de 2012

Fuego

Es tan perfecto que me saca el corazón y me rompe las entrañas. No puedo dejar de pensarlo e inevitable y sanamente pasar a segundo plano al chico sin nombre. Los aeropuertos se han convertido ya en una estación más. El estado de nerviosismo que caracteriza al noventa por ciento de los pasajeros de un vuelo cualquiera ya no es cosa mía, gracias a Dios. Por lo que espero plácidamente leyendo un libro sentada junto a un millar de personas. Pienso en él, pienso en mi, en el chico sin nombre y en el futuro. En el pasado quizá. En los errores. En los aciertos. En la felicidad. En la Luna, en el Verano y en una cafetería llamada Hemingway. No pudo ser más perfecto. De manera indecente observaba su torso de boxeador mientras se bebía de forma casi inmediata un vaso de tamaño mediano con ron caliente y naranja que le dio a sus mejillas un tono rosado y a su sonrisa un toque de seguridad arrebatador y dulce a la vez por saber de dónde provenía esa seguridad. Sentado con elegancia en aquel sofá me miraba divertido al ser consciente de cómo expresaba yo mi ansiedad con un montón de historias y charlatanería a pesar me deficiente nivel de italiano. No lo puedo evitar, cuando me pongo nerviosa no puedo parar de hablar. Me incomodan los silencios que se inundan con pensamientos absurdos y desconcertantes, así que al instante comienzo una nueva historia. Y así fue. De vez en cuando una lección de gramática. De vez en cuando un poco de vocabulario. Y mientras tanto mi té se consumía sin más. Como si no importase. Se enfriaba como lo hacía mi amor cada segundo que pasaba. Y paralelamente se incendiaba una llama en mi interior. Aún no sé exactamente en qué parte de mi cuerpo. Pero se incendiaba, eso lo tengo claro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario