lunes, 15 de octubre de 2012

Me miro al espejo. Tengo cara de enferma. Realmente tengo cara de muy enferma. Unas ojeras color violeta fuerte caen descaradamente hasta casi juntarse con el inicio de mi frágil pómulo enrojecido por el calor de inusual en mi cuerpo provocado por la fiebre. Tengo mala cara, desde luego, así no pienso salir a la calle. Me cuesta respirar y parece que no haya dormido en siglos. Quizá no haya dormido. Quizá desde que deshojé la Margarita no he vuelto a pegar ojo, quizá todo me esté pasando factura. Lo cierto es que tras la enorme cena de hoy me siento algo más fuerte ya que las semanas anteriores un plato de sopa había sido suficiente para alimentar todo un día, quizá por eso haya reventado así, quizá... Qué más da. Sólo quiero reponerme, quiero que pasen los días, quiero olvidarle, lo necesito, es lo mejor... Pero no puedo.

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