lunes, 29 de octubre de 2012


Es joven. Atractiva. Inteligente. Y muy rubia. Casi tanto como yo lo era hace tan sólo un mes. Tacones altos. Seguramente no pase los cincuenta aunque aparenta sólo algo más de treinta. Es audaz, valiente. Lo que cualquier estereotipo femenino de hoy en día podría desear. Y entre sonrisas habla de él, de Alfredo. Se sonroja. Son ya veinticuatro años juntos. Más de media vida. Y aún así, él consigue sacarle ese color delatador de sus mejillas y esa sonrisa pintoresca. Consigue hacer que aún después de tanto tiempo le tiemblen las rodillas y todo su mundo sonría. Es la primera vez que se separan en todo este tiempo... ¡En veinticuatro años!

- No es perfecto. Discutimos. Es lo que hacemos porque somos diferentes. Pero esas diferencias son las que nos unen. Las que nos complementan. Las que nos mantienen cómplices en lo bueno y en lo malo. No es sencillo pero es maravilloso. 

Habla con una sencillez que me enamora. Sencillez que hace que me enamore de su amor y hasta casi de su marido a quien ni tan si quiera conozco, por soñar que me pudiera pasar algo igual. Se aleja y pienso  en cuánto habrá tenido que luchar. Se aleja y pienso que así, de esa manera. Así, es de la única manera en la que pienso vivir. Me alegro de haberte conocido Begoña. Has puesto un rayito de luz y de esperanza ante la oscuridad del amor que presenta esta nueva y equivocada sociedad. Hoy me duermo feliz, con ganas de mañana vivir esta historia a través de las mejillas sonrojadas de la que parece una colegiala recién enamorada cuando al recibir un mensaje, intenta evitar poner la carita de idiota, pero al segundo se da cuenta y se enamora un poco más de su amor. Me alegro, me alegro mucho de vivirlo , al menos, a través de ti.

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