miércoles, 3 de octubre de 2012

Con la sonrisa en ruinas....



-Siéntate por favor.- le pidió balanceando la cabeza en dirección al banco vacío mientras hacía malabares para desabrocharse el cierre del tacón izquierdo.
-¿Necesitas ayuda?
-No que va. Puedo sola. Tú siéntate.
-¿Estás segura?
-Que sí joder. No seas pesado.
-Vale, vale. Pues tú dirás.

-Verás, ¿te he contado alguna vez en qué trabaja mi padre?
-Me dijiste que era fotógrafo. Se dedica a sacar las fotos para los anuarios de los colegios, bodas, bautizos…Todo eso, ¿no?
-Eso es. Un trabajo bastante aburrido. Cuando yo era pequeña me encantaba entrar en su laboratorio casero y observar el proceso de revelado. Imagino que cuando lo realizas cientos de veces pierde el encanto pero para una niña de medio metro era algo maravilloso ver colgadas todas esas fotos en pinzas en un cuarto prácticamente a oscuras, los tanques con sustancias químicas, los 4 pilares: revelado, paro, fijado y lavado, el secado posterior, todo…Era un proceso con cierto mística. Todas esas vidas, paradas en lo anecdótico y circunstancial del momento, dadas a luz, sacadas de la oscuridad del negativo por el metódico movimiento y la certera automatización del laboratorio. Algo así como un parto constante de recuerdos gestados por otras barrigas.
-Joder. Nunca habría imaginado que revelar fotos pudiera convertirse en un ritual, ni siquiera me había planteado cómo se hacía. ¿Por eso te encanta la fotografía? Sabes que es un tema que no me interesa demasiado.


-Sí bueno, ese no es el tema. No quiero perder el tiempo, además estoy un poco mareada y apesto a humo. Me huele el pelo a tubo de escape. Así que sólo te haré una pregunta. Para que estés avisado, es una pregunta de abogado, o de mujer. Todo abogado tiene mucho de mujer, ¿no crees?
-¿Cómo?
-Déjalo- dijo, frotándose las sienes con firmeza.-¿Cuántos corazones tienes y entre cuantas los andas repartiendo, amor?

Buscaba una reacción, la respuesta era accesoria. Bastaba la interpretación de las facciones ligeramente tensionadas, de la rapidísima, aunque perceptible, abertura de los labios, del momentáneo y caótico descontrol de los ojos. Esto era. Las flaquezas del que sabe que va a tener que mentir o bromear para abatir una pregunta,  la mina de la distancia corta.

Había soltado el nervio que arrastraba toda la noche. Ya sabía. Aquí el nudo, la presión que la empujaba a mantenerse en pie comenzaba a aliviarse, así que fue apagándose, aliviada y sin resistencia en una somnolencia compensatoria. Pensó un momento en su padre y en su laboratorio y en la letra de una canción que siempre..., ¿cómo era?



Lo que siguió se volvía brumoso, pero probablemente al empezar a discutir le pidió que no pusiera esa cara de descompuesto, que sabía que en algún momento llegaría esa conversación, a lo que él probablemente respondió que le pillaba desprevenido, que no sabía, que por qué ahora (esto creía recordarlo nítidamente). A continuación, completamente calmada y sin arredrarse, habría contestado (probablemente) que había dejado de ser divertido para ella, eso era todo, que antes todo este barullo la excitaba y la hacía sonreír y ahora ya no. Y también que ahora la sensación de colgar fotografías en pinzas en un cuarto oscuro mientras él manejaba cromos repetidos la dejaba con la sonrisa en ruinas, que encima la fotografía no le interesaba. También que se quedara tranquilo, que claro que él no había prometido nada, que era ella, que era ella la que se había  prometido cosas para los dos que él no deseaba cumplir. (La mayor parte de ese discurso no aparecía claro en su memoria, bien pudiera haber sucedido así o todo lo contrario).

Entonces apareció alguien y él se puso a hablar con ella o con él o con ellos. No sabía bien. Quería irse a casa y el imbécil ese no paraba de parlotear y reír en voz alta con aquella gente.

-¿Necesitas ayuda?- preguntó con una educación sumamente irritante, habiéndose despedido ya, con un gran abrazo y un esta semana nos llamamos, al ver que ella volvía a pelearse con el cierre de los zapatos.
-No. Puedo sola.- y tras una pausa.- Bueno.¿Duermes conmigo?
-¿Cómo? Sí... Claro.
-Lo suponía. Pero ten el piquito cerrado hasta mañana, ¿quieres?  



(Ignacio Paniagua.
http://enbuscadepi.blogspot.it/2012/09/la-sonrisa-en-ruinas.html)

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