jueves, 31 de enero de 2013


La última arremetida, el arrastre de cenizas obturadas, blancas y calientes, y luego dos troncos tumbados el uno al lado del otro a la espera del hacha. Fino fin. ¡Escalera de color! Yo la conocía y ella me conocía. Volverá la primavera, y el verano, y el invierno. Ella se balanceará en brazos de otro, joderá a ciegas, relinchando, desbocada, se agachará y desplomará, pero no conmigo. Cerré los ojos y me hice el muerto ante el mundo. Sí, aprenderíamos a vivir una nueva vida, Mara y yo. Tenía que levantarme temprano y esconder la carta en el bolsillo de la chaqueta. Es extraño cómo a veces se pone punto final a las relaciones. Siempre se cree que uno inscribirá la última palabra en los libros con una rúbrica florida; nunca se piensa en el autómata que cancela las cuentas mientras uno duerme. Se lleva una contabilidad doble, de lo más estricta. Hay como para sentir escalofríos, está todo tan maravillosamente calculado.


(Sexus. Henry Miller)

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