lunes, 10 de diciembre de 2012

Una historia de amor por escribir.



Ahí estaba ella. Metro setenta y cinco de fragilidad aflorando por todos los poros de su piel.
Ella. Seguramente una de las mujeres más atractivas de aquella enorme discoteca, enfundada en un vestido de cuero negro derramaba palabras de sinceridad sobre la fortuna de mis impetuosos oídos. Ella, que se esconde tras el traje de la alegría y de la despreocupación, decidió aquella noche regalarme sus palabras de ternura. Me habló de Joan, su gran amor, su amor eterno, su debilidad... Embriagada en una noche oscura llena de encantadores italianos, sólo podía pensar en él. Sin casi poder retener las palabras, describió la clave, el secreto, la fuerza y el poder del amor verdadero. La aceptación. Cómo ella sentía que podía sacar lo mejor de sí misma con él y como eso era lo que más loco le volvía. Me contó que estaba dispuesta a recorrerse el mundo con él si éste decidía hacerlo, China o Japón, Rusia si fuera necesario, todo con estar cerca de él.
Ella. Mujer de semblante firme e independiente, con una exitosa carrera por delante, quería entregar toda su vida a su gran amor y seguramente él no tuviera ni la más remota idea. Me confesó que nunca se lo había dicho, que por las noches le dibujaba un te quiero en la muñeca cuando ya estaba dormido, para que empapase sus venas, porque su boca era una maldita jaula que encerraba las palabras. Con lágrimas en los ojos me dibujó las letras y sentí el hormigueo que él debería sentir cada noche, sin tan si quiera saberlo... Pero aún así, la quería y deseaba permanecer a su lado. Nunca había escuchado una historia mejor.

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