martes, 25 de diciembre de 2012

Excitante.



Lo que más me gusta de los chicos que conozco una noche cualquiera en medio de la nada, junto a la barra de un bar es que les gusto así, tal como me ven. Divertida. Incluso mediocre. Una chica cualquiera, que sale y se divierte como el resto, con el resto. No esperan demasiado de mí y no tengo por qué dar demasiado en consecuencia. No esperan que me quede un Viernes noche en casa, porque me conocieron ebría una noche cualquiera. Se extrañan si conocen la historia de que tan sólo salgo una vez al mes o a la semana, que llevaba mucho tiempo sin beber y se molestan si no recuerdo su nombre. Ser cualquiera, en brazos de alguien a veces resulta tan reconfortante como la tristeza que provoca a un lector que no quiere ser cualquiera y recibe estas palabras. Pero es realmente divertido, tenaz. Aquél chico, de aquél mugriento bar, nunca esperará que la chica que se desnudó en su coche le regalase un libro, nunca esperará que aquella chica nunca vuelva a llamar, aquél chico, de hecho, lo único que hizo fue escoger a la menos mediocre de lo que le parecía pésimo para no volverse a preocupar, y la ausencia de preocupación en este instante en cuanto al amor, me resulta, cuanto menos, excitante.

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