martes, 25 de diciembre de 2012

Feliz Navidad.



Veinticinco de Diciembre.
Despierto temprano a pesar de haber trasnochado, quizá por costumbre. Quizá porque en mi subconsciente sigue aquella niña que se preocupa por si Papá Nöel no cabrá por la chimenea, si ha comido demasiado en las otras casas, o si los renos tendrán leche suficiente; la que se preocupa por si debido al insomnio producido por la ilusión del momento, Papá Nöel se enfadase y no quisiera pasar por allí. Sea por lo que sea, despierto... Algo desconcertada. Me duele la espalda. Miro a mi lado y allí está él. Se ha colado en mi cama mientras dormía y yace profundamente en mi regazo. Es maravilloso. Le acaricio, le beso y despierta muy suavemente. Me acaricia con su mirada y con su leve expresión de culpabilidad por estar en un sitio prohibido. Pienso en levantarme. Es temprano. La una del mediodía y no tengo nada que hacer. Pienso en terminar de poner la decoración navideña, ya que ayer se me quedaron rincones sin iluminar. Despierto. La casa está vacía, y yo algo triste. Es normal, es Navidad y estoy sola de nuevo, pienso y derramo una lágrima involuntaria que escondo por la misma razón que asoma, es Navidad. Me lavo la cara y bajo a desayunar. Hoy no desayuno mucho, que comeremos bastante. Sonrío por lo que inconscientemente he pensado. Abro la nevera y en ella encuentro un único plato de menestra que dejó mi madre antes de irse y un huevo caducado. Intuyo un paquete de Jamón Ibérico. Dado el menú que tengo para comer, puedo permitirme una buena tostada de jamón navideño, así empezaremos bien el día, reflexiono tras la mirada al depósito de alimentos.
Llueve. Otra lágrima cae por mi rostro. Dan comienza a perseguirme. Se pone especialmente nervioso cuando me intuye triste. Desayuno, me tumbo en el sofá. Abro los ojos. Debo haberme quedado dormida, ya es la hora de comer. Caliento la menestra y abro una lata de atún que encuentro por algún armario de esta enorme cocina, Feliz Navidad, me digo. Miro a Dan y me sonríe, lo sé. Le pongo su comida y decidimos juntos festejar la Navidad, hoy es un buen día, nos tenemos el uno al otro. Otra lágrima, esta vez de emoción. Termino la comida sin mucho esfuerzo, me tumbo y busco algo típico de Navidad en la tele. Noticias. Es pronto. Me levanto y decido que hemos de festejarlo. Creo que tengo un CD de villancicos en alguna parte... Música a toda pastilla. Decido que el árbol se ve poco en el sitio donde está, que el Belén que aún conservo desde que era una enana tiene demasiado polvo, que faltan los Reyes Magos, que hay que arreglar al niño Jesús, poner encima de la mesa el candelabro navideño de mi abuela y hay que bajar a buscar todas las bolitas que me faltan. Las encuentro, sigo cantando. Dan juega, reímos y bailamos juntos. Sé que los vecinos ahora mismo me odian, pero no pueden hacer nada, soy feliz. Le tengo a él. Jugamos, bailamos. Una lenta, ahora ... oh, blanca Navidad. Ande, ande la marimorena y así pasa la tarde, feliz. El café se ha enfriado y mi espíritu ha despertado. Estoy deseando que vuelva mamá, para volver a celebrar la Navidad, de nuevo.

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