domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Dónde me encontrarías?



- ¿Si un día me perdiera, dónde me buscarías?

(Risas) - Tú no te perderías jamás y lo sabes.

- No venga, en serio... ¿No sabes dónde encontrarme si un día decido no volver?

(Se acerca de manera brusca y la coge de la cintura)- ¿En serio? ¿Qué es eso?¡Venga ya! A ti no te gustan los tipos serios. Dame un beso, que muero por esos labios.

(Ella se retira). - ¿Ves? Esta es la razón por la que creo que nada de esto saldría bien. (Se sienta enfadada de un salto, en el pequeño muro en el que estaban apoyados)

(Él, mira agotado y pone los ojos en blanco). - ¿De qué coño estás hablando ahora Patricia?- (Se retira, enciende un cigarrillo y se sienta a su lado).

- Pues eso. No puedes conocer a una persona, enamorarte y pensar que vas a ningún sitio si tan si quiera conoces el lugar donde se escondería el día que no pueda más, cuando le pese la vida,cuando decida no volver... Joder, no puedes, simplemente no puedes. Eso, es lo único que me hace ver que esto no nos lleva a ningún sitio y que estamos eternamente equivocados...

(Zarandea los pies de un lado a otro golpeando cada vez el muro con un pie distinto). 

(Hay un silencio que se hace eterno).

- ¿Ves?. Joder. ¿Lo entiendes ahora?- Dice ella insistente.

(Él agacha la cabeza, coge su abrigo, la besa en la frente y hace ademán de irse).

- ¿Te vas?

- Es lo mejor, lo sabes.

- Lo que yo diga... No merece la pena. 

- A veces puedes ser muy dura. Eres consciente, ¿verdad?

- Lo soy.

(Ella se queda mirando hacia arriba, como si las estrellas estuviesen aplaudiendo lo valiente que ha sido por decirle las cosas tan claras. Las cosas son como tienen que ser y ya está, se repite en silencio). 

(Él, la mira y comienza a caminar). 

(Se gira).

- Una biblioteca. 

- ¿Qué?

- O una librería, quizá, no lo sé. Imagino que depende de la librería y depende de la biblioteca. De lo caros que estén los libros o de lo nuevos que sean. 

(Ella siente que no puede articular palabra. No lo hace. Ni si quiera se atreve).

- El problema no es ese, mi niña bonita, el problema eres tú y lo lejos que estás. El problema es que esto tenga un final. 

(Lágrimas empapan las mejillas de la cara atormentada de ella. Sigue sin poderlo creer).

- Cuídate, anda. Y cuídate de esos italianos, que saben muy bien lo que se hacen. Cuídate el corazón, Patricia. No lo regales a quien no lo merezca por favor.

(Desaparece).

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