miércoles, 11 de abril de 2012

Tú.

Al compás de un tono y miradas tranquilizadoras sonaba aquella mala noticia como una cruel sonata compuesta por un autor maldito. El destino predicho. La nota esperada. Aquél desafino, incongruente en una melodía convertida en canción, pero esperado a la vez que falto de sentido. Me miraste esperando una  mirada de compasión, un refugio. Y encontraste pánico. Casi sin poder evitarlo, intentaste apartar tus ojos de los míos para que desapareciera aquella frustrante pero elocuente sensación e intentaste de nuevo buscar esa mirada añorada. No pude, no pude dártela. Pánico es lo que encontraste a cambio, porque es lo único que había en mi corazón. Pánico, por las palabras malditas, no confirmadas, pero resonantes en mi cabeza desde aquél momento. Quise sonreír, para evitar aquel comportamiento de shock, pero comprobaste que no pude, y no sé cómo... Todavía no sé cómo... Fuiste tú quién sacó la fuerza que yo no tenía, y me sacaste el abrazo que yo te debía y me llenaste de tu fuerza. Tú. De nuevo tú. Tú, porque sabías que estábamos igual de asustados, tú porque sabes que hay un tú dentro de mí y que no estoy sabiendo comportarme. Tú porque siempre me has dado ese abrazo que me falta. Tú, porque comprobaste que mi frialdad ante esta situación, viene provocada por una falta de aceptación. Un no poder. Un no querer. Tú, porque tienes todo eso que me falta. Tú... porque me levantas cuando me haces falta. Tú, porque yo, no puedo aceptarlo. Para siempre tú. No sé cómo lo voy a hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario