miércoles, 4 de abril de 2012



Odio haberte hecho daño, maldita sea. Odio escuchar las canciones y no ser yo quien llora. Odio pensar que piensas en mí, allá a lo lejos. Escuchar de boca de alguien cercano que preguntas por mí... Odio pensar que te preocupas. Odio pensar que estás sintiendo el dolor que yo sentí una vez y que, por desgracia, mi amor, hoy no siento yo por tí. Odio soñar cómo se desgarra tu corazón a mi paso. Odio temer encontrarte, por no poder soportar tus lágrimas llenas de mí, mi vida. Odio todo eso. Y por todo lo que lo odio, querido amor fugaz, me tengo que marchar. Y por todo lo que te quise, querido amor fugaz, no me volverás a ver.

No merecía la pena, y no quiero decir aquello, de ya te lo dije. En el fondo, tú no tienes la culpa. Y seguramente quien ocupa ahora mi cama, tampoco, pero no te aseguro que lo vaya a hacer distinto que contigo, querido amor. No sé en qué me he convertido. No sé dónde estoy. Pero consigo continuar. Consigo respirar, y eso... Eso es ahora mismo lo único que me importa. Pero no quise hacerte daño, no a tí, amor fugaz.


No hay comentarios:

Publicar un comentario