miércoles, 5 de junio de 2013

La Luna, ángel custodio del que espera

A veces tengo la moral un poco distraída, sí, lo sé, lo entiendo. No me importa, de hecho. Tengo los mismos escrúpulos para no dejarte marchar esta noche que para esperarte el resto de mi vida si es que en verdad vas a volver.





Anoche te estuve esperando y no llegaste.
No llegaste porque nunca te has ido.
Nunca te fuiste porque nunca has estado.
Nunca estuviste porque yo siempre te he esperado.

Ayer, fue ayer... Y yo,
Yo te esperaba por la mañana, 
Yo te esperé por la tarde
Y aún así, yo, 
Seguí haciéndolo con mucha calma por la noche
Mientras otros sueños invadían mi almohada,
Mientras la Luna tentadora se reflejaba en mi ventana,
Mientras mi perro aullaba sobre tu vacío bien entrada la madrugada.
Mientras tanto...
En silencio,
Yo siempre te esperaba.

Te esperé pero nunca viniste
Te esperé pero una vez más te fuiste.
Te esperé aunque la lucidez desordenase el edredón.
Te esperé, pero una vez más la eternidad envolvió completa la espera.

Sé bien que te vas.
Sé bien que no vuelves.
Sé bien que te pierdes.
Sé bien que la enajenación 
muestra una descripción perfecta 
si me abandono a los versos de este amor incorregible. 

Incorregible, 
obstinado, 
pertinaz, 
inteligible.


Lo sé, 

Y aún así, anoche... yo te estuve esperando.

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