sábado, 23 de junio de 2012

Supongo que el saber que tiene todo un imperio ha hecho que pierda todo su encanto. Aquella chica vestida de Channel, aquella furgoneta que costaría menos de lo que ella llevaba encima, no era más que un espejismo. Lo único que el chico sin nombre tiene de hippie es esa rasta por la cual mi amiga María le llama avatar. Es curioso, porque para cualquiera, podría ser un atractivo el que alguien posea un imperio... Para mí no. Ahora no.  Era más divertido pensar que vivía de okupa en cualquier casa robada, antes que en un chalet en una de las mejores zonas de la ciudad. Sin embargo, minutos antes de saber todo esto, mientras la cerveza hacía temblar mi equilibrio de camino al baño de mujeres pensé es mi maldita media naranja, joder! . Pensamos igual, sentimos igual, vivimos igual. Ahora sé que somos absolutamente iguales en todo, excepto en la edad y que el imperio ya ha pasado a sus manos, lo que mezclado le hace tener un aire prepotente, que le quita todo el encanto. Me gusta, pero sé que ya no será una historia tan divertida. Yo estoy harta de restaurantes de lujo y familias grandes y ostentosas. Estoy harta de salir una noche y gastar deliberadamente. Quiero sentarme en un parque simplemente a respirar. Y eso, imagino que a él ya se le pasó. Ha sido divertido tenerle aquí aún así. Divertido y confuso. Tan confuso como no saber su nombre.

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