miércoles, 21 de marzo de 2012

Ritual de amor y muerte

Parecía que le satisfacía la sensación con que devoraba cruelmente a cada una de sus víctimas, poco a poco, sin pudor, sin dolor, sin temor. Siempre seguía el mismo ritual. La conquista. En la que sacaba sus plumas de seda de colores vivos, en la que acariaba con ellas a cada uno de ellos y les hacia sentir en un lugar seguro, plumas preciosas pero frágiles, aquellas con las que les envolvía y que tendrían que cuidar y proteger para el resto de su vida, o eso creían. El festín. Conquistada la presa, les hacia el amor, lentamente, fuertemente, y sin que a penas se dieran cuenta, les comía por dentro, iba saboreando cada uno de sus órganos, dejando intacto su corazón, de él ya se encargaría la propia víctima, ya se lo entregaban sin mucho esfuerzo mientras ella deslizaba su boca por sitios prohibidos. El desguace. Succionados todos los órganos y entregado el corazón, la presa se sentía vacía por dentro... Y sentía una dependencia extrema de aquel, aparentemente inocente ser. Les sentaba frente a ella, llena de todo, segura de que aquel débil hombre no podría vivir sin su presencia y les hacia hablar, le gustaba sentirse halagada, que le dieran cada trocito de su corazón en la mano, y entonces... Entonces les hacia masticarlo, triturarlo, hasta saborearlo, les torturaba de tal manera que no lo podrían recuperar. No necesitaba mucho, ellos, simplemente estaban dispuestos, mientras lo hacia, nunca le estaba de más, prestar alguna seña de humildad, cogiéndoles la mano y en ese momento... Justo en ese momento... Tras! No sé cómo, lograba que clavaran un puño en el ya masacrado corazón hasta que lenta y dolorosamente dejaba de palpitar.
Les daba un frío y apasionado beso en los labios y partía sin mucho reparo de la escena del crimen.

Y asi, es como siempre sucedía.

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