viernes, 10 de febrero de 2012

Te invito a mi vida.



Desconcertada. Asustada. Empezando a estar enganchada. Me paso la tarde pensando en tí, y lo odio. Lo odio. No quiero, me niego. No es el momento, me digo... Y llegas tú, y apareces y eres una mezcla de sentimientos y sensaciones que me descolocan y llegas en medio del caos y en medio de la corriente, porque dices que te gusta nadar. Te gusta nadar... ¿En serio? ¿A qué clase de persona en su sano juicio le gusta nadar en un mar de corrientes?
Y entonces, tras toda esta insistencia e inconsistencia, me sorprendo perdiendo la tarde tontamente pensando en algo más que en mí. Y parte de la noche. Y me sorprendo descentrada. Me dejo aparatos eléctricos por la casa encendidos, me olvido de comer... En definitiva, me estoy yendo por el mal camino, y no quiero...

Y no quiero no querer y no sé lo que quiero. No me apetece meterme dentro de esta mantita a que pase la vida, si no salir ahí a disfrutar. Que llegue el Domingo y volverte a ver, y saber qué está sucediendo y cómo... Y qué narices estás haciendo con mi maldita cabeza que andaba muy serena.

Chico que lees... Te odio, de verdad te odio. Coge el tren que lleva hacia el Sur y llévate tu Hemingway contigo.

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