lunes, 17 de septiembre de 2012

Simplemente enganchados...

Tras una llamada entrecortada por la mala cobertura del local me quedo sentada en silencio, pensándote a gritos. Gritos que devoran mi alma, gritos que me rompen el corazón. Gritos que resuenan las entrañas. Gritos que gritan sin cesar. Te miro cegada por la distancia kilométrica que nos separa y aún así corro a abrazarte aunque no estés. El latido de mi corazón paraliza mi pecho, mis hombros y hasta me entrecorta la respiración. No puedo sentirte más fuerte. No sé sentirte más fuerte. Ni si quiera quiero sentirte así de fuerte. Me gusta oír tu voz, me gusta aunque sea metalizada. Me gusta oírte tranquilo y deducir por ese tono suave que me echas de menos... Casi tanto como yo. No me reconozco. Corriendo por las calles de Florencia por si encuentro un hueco donde activar mi red y entonces casi sentirte. Malditas tecnologías. Benditas ellas que me atan a ti. Benditos nosotros que no hemos salido corriendo a pesar de todo, a pesar de cada tropiezo, de cada impedimento, sin forzarnos, pero a pesar... Aquí seguimos, así, enganchados. Como el que está sumamente enganchado a una droga, a una sustancia química, como el que no quiere desengancharse, enganchados hasta decir basta. Simplemente enganchados...

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