domingo, 30 de septiembre de 2012

Florencia.

Lo ha conseguido. Sí señor. Lo ha conseguido. Con su alternada lluvia, a tramos fuerte, a tramos suave...Con el desliz de las gotas de agua por los altos e increíbles techos de madera. Con el sonido peculiar de la lluvia. Con escaleras tan infinitas que parece que vayan a derivar en el cielo. Con sus edificios interminables y con todos y cada uno de sus detalles. Con su sensibilidad. Con sus calles. Hechas con amor, con dulzura, con desasosiego y esfuerzo. Con su peculiaridad. Con su gente pintoresca caminando de arriba para abajo. Sus muebles antiguos. La meticulosidad con la que tratan la piel y el mal encajar de puertas antiguas. Suelos como el de casa, como en Trujillo. Calles estrechas y cerradas. Bicicletas que nunca llegarán a estar en tus manos y vespas. Coches que circulan como si hubiera algún camino marcado para ellos y peatones sin rumbo, ensimismados en obras de personajes tan irrepetibles como Michelangelo o Leonardo... Me ha enamorado. Lo sé. Lo siento. Respirar la lluvia desde mi ventana, ver como cae en el Mercato Centrale y seguir respirando. Sin más. A veces no hace falta más. Como cruel cortejano que llega a destiempo a la conquista de un corazón, Florencia llega a deshora en el camino de la vida, sin embargo, no puedo evitar sonreír cuando piso sus calles empedradas, cual enamorada intenta evitar la mirada del tirano para no caer en sus riendas, por mucho que lo intente evitar, me ha conquistado.

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