sábado, 1 de septiembre de 2012

De haberlo sabido...

La suerte es una ramera de primera calidad....

Dice por ahí Quique González. Me voy. Me voy en menos de dos semanas y tan si quiera lo sabes. No quieres saberlo. No has vuelto a llamar. Supongo que provoco esa reacción justo cuando me voy a ir. A veces se me olvida que sólo soy un espectador... Y que tengo el corazón hundido en un bolsillo... Y pienso en lo lejos que estás y en lo lejos que crees que estoy, y mientras, cual animal herido quieres morder, yo estoy en casa, un Viernes noche escribiendo sobre ti. Sobre un gran amor, que ha querido ser efímero por miedo a ser herido. Te has ido, te has ido, lo sé y lo siento... Pero no puedo hacer nada contra ello. Quería llevarte conmigo hasta el fin del mundo, a pesar de todos los pesares, caminar contigo en nuestras adversidades. Caminar e ir superando parte de nuestra locura. Pasear por las calles de esta inmensa locura que es amarte, pero te has ido. Y estoy sola. Y no quiero esperarte. Y en el fondo... en el fondo, es lo mejor. Dos personalidades tan adictivas como el chocolate, como la droga, como el amor. Somos una bomba de relojería a punto de estallar. Y lo malo... Me has vuelto tan loca que escribo algo que nunca te diré, y que sé que nunca leerás, pero me quedaría aquí por ti, para siempre, me casaría mañana si así me lo hubieses pedido, en una iglesia, en una playa o en plena calle, me haría responsable de esas pequeñas vidas con las que jugamos como dos inconscientes. Y mientras leo todas estas absurdeces, me asusto a mi misma de lo peligroso de esta situación, porque cuál pájaro libre encuentra una rama donde posarse, sólo has de estirar un poco el brazo. De manera que con ayuda  del viento que sopla fuerte y a favor, desaparezco dejando esa ramita que un día me sirvió de cobijo, la dejo sabiendo que se ha quebrado y que... de haberlo sabido, no hubiera sido la noche en tu espalda, ni congelándote de frío.

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