sábado, 29 de septiembre de 2012

No sé cómo te lo voy a explicar. Se me agotan las ganas. Las ganas de esperar. Cada noche cuando noto un hueco en mi almohada, un hueco en mi alma y pienso con quién estarás se me agotan las ganas de no saciar mi debilidad. Se me agotan las ganas de no saciar mi locura y mi juventud. Se me agotan las ganas de dormir sola, sólo por no saber dónde estarás tú. Se me agotan porque te sueño agarrado a las trenzas de una locura, te sueño en éxtasis en medio de un orgasmo, te sueño y no es conmigo y la distancia cada vez nos aleja más. ¿Y por qué no? Al final... Ni tú ni yo estamos comprometidos. Mi pregunta es a mí misma. ¿Y por qué no? Hace años que mi cama no estaba durante tanto tiempo vacía y mis entrañas me piden que esta noche no duerma sola. Pero no puedo. No puedo entregarme a ti como lo hago, descansar en las alas del amor si tengo que cuidar otra cosa, aunque esa cosa se llame sólo sexo. Aún queda más de un mes. Dos meses sin vernos y mis uñas arañan las paredes. ¿Cómo estás tú querido amigo? ¿De qué sirve todo esto? ¿A dónde nos lleva mi amor? En un par de semanas será sufrimiento. ¿Merece la pena? Dímelo tú chico sin nombre... Necesito saber que merece la pena o no aguantaré y no porque no quiera, no. Si no porque no pueda mi amor, porque no sepa. Porque la incertidumbre provoca miedo y el miedo te autodestruye y soy experta en eso, en la autodestrucción causada por miedo, sólo necesito una razón. Y es absurdo, porque te escucho preguntándome lo que aquél otro chico que anduvo por mi cabeza un tiempo... ¿Pero esperabas fidelidad? ¿La esperaba? ¿La espero? ¿La esperas? Supongo que sigo creyendo en los cuentos de hadas y en los príncipes y en las princesas y en todo.... Sigo creyendo absolutamente en todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario