jueves, 9 de agosto de 2012


Con un exceso de hormonas en la piel, miro el café recién preparado sin mucho entusiasmo y una sola mirada fugaz me obliga a percatarme de que el color carbón que inunda el cristal es excesivo. Triste, decido ponerle solución vertiendo un poco de esta mezcla venenosa por el desagüe y añadiendo un poco de leche a la disolución. Mientras lo hago, consigo darme cuenta de que ya es tarde. El café ya lo había manchado todo con su sutil desliz por la cuchara que lleva mi nombre. Ya estaba impregnado en cada hueco de aquél enlace químico, ya nada podía hacer, y lo hecho... solo ha llevado a que a simple vista, el color sea algo más tenue, pero el sabor... el sabor del café es difícil de quitar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario