domingo, 24 de enero de 2016

cicatrices

Lo primero que hicimos
al conocernos
fue mostrar nuestras cicatrices.
Qué cosa tan humana.
Yo me asombré, y tú te reíste.
Tengo que reconocer que te mentí
sobre la mayoría.
Y aún sabiéndolo,
no dudaste un momento
en besarlas,
en morder la peor, esa
que aún creo
que si estiro un poco el brazo
se abrirá y me romperá la piel
(y el corazón).
Mordiste cada trazo
de hilo que aún se ve.
Es una cicatriz fea,
roja,
con forma de gusano.
Y a ti te pareció lo más bello del mundo.
Creo que desde aquel día
el gusano
se convirtió en mariposa.
Y pude olvidar.
Y ya no tengo miedo.
Y ya, ni siquiera está.


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