jueves, 16 de julio de 2015

Desde que te has marchado, este piso que no cumple la normativa de habitabilidad, parece eterno. Los metros son kilómetros, y el silencio que tanto adoraba me rechina en los oídos. Siempre tengo encendida la caja tonta, me creo que así engaño a la soledad. Pero, al menos, hay un ruido distinto a ese vacío que has dejado. Como un avión al despegar, me has taponado los oídos y siento una enorme presión en la cabeza. Solo soy capaz de tocar esa nada que hay entre tu nombre y el siguiente, que también es el tuyo. Como siempre.

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