lunes, 30 de septiembre de 2013

Eterna amiga soledad




Comienzas a entender lo sola que estás cuando no hay nadie en la sala de espera del médico, cuando al llegar a casa en las paredes resuena el eco de tu voz. Comienzas a entender que estás realmente sola cuando comes sin apetito aunque nadie te esté obligando, simplemente por sobrevivir. Comienzas a entender lo sola que estás cuando no hay nadie al otro lado, cuando las lágrimas arañan tu cara y con cerrar la ventana tu secreto sigue a salvo. Comienzas a entender lo sola que estás, cuando nadie llama a tu puerta con un plato de sopa caliente a la espera de verte mejorar. Comienzas a entender lo sola que estás cuando llega un día, ese día... y nadie acude, nadie que no haya sido llamado, a nadie le emociona, a nadie tanto como a ti, comienzas a entender lo sola que estás y lo peor... comienzas a entrever lo sola que vas a estar. Pero la vida sigue, y así los segundos te invaden y consigues serenarte, porque la soledad es silencio y libertad, y amas con profundo egoísmo ambas cosas. Comienzas a serenarte porque siempre hay una mirada que rescatar, siempre hay un resquicio de cariño por recoger, pero la vida pasa, y los momentos duros tambalean... y es entonces cuando realmente te das cuenta de que no hay nadie ahí, nadie que vea tu tristeza oculta tras un pequeño dibujo de una cara de felicidad, una tristeza oculta en una mirada absorta en algo que quizá sea un problema terminal, o quizá no, pero quizá... y mientras tanto, no encuentras nada ahí que quiera hacer de pilar... y si existe alguno, está demasiado ocupado o demasiado hundido en su propia lucha, y entonces, justo entonces comienzas a empaparte de la eterna amiga soledad.

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