martes, 3 de septiembre de 2013

El verano del amor


Miro al cielo, el Sol se refleja espléndido sobre la hierba ya seca tras el tedioso verano. El sabor exquisito de esa escena me hace estremecer. Es perfecto. El color sobresale con tanta fuerza que parece salido de una película romántica, de un final feliz. Me enamoro aún más. Es verano... resuena en mi conciencia, como si el paisaje no transmitiera suficiente información. El Sol ha secado las hojas y ha robado su color a la primavera, qué eterna maravilla, su calor desnuda las aceras y torna doradas las pieles, como amapolas recién abiertas, como galletas recién horneadas. Es increíble, como en tan sólo unos meses el paisaje ha cambiado tanto. Inspiro profundamente y me empapo de ese olor tan característico. Olor a verano... Qué magia la de cada estación. Recuerdo cuando llegué por vez primera a este sitio, cuando pisé por primera vez este parque... Todo era distinto, las rosas destapaban vanidosas su figura, las margaritas cantaban al Sol y la lluvia entornaba el cielo para hacer brillar el arcoiris. Era primavera... Oh! Hermosa primavera! Como decía aquél poeta. Primavera, la época del amor, del resurgir, del renacer, la época del vivir. Cuando llegué, aquél prado era verde, tan verde como el fondo del mar... Y me quedaba horas mirándolo, sentada en este mismo banco en el que hoy me encuentro. Todos los días, a la misma hora, para ver caer el Sol. Justo cuando Lorenzo desaparecía, venía Renato, un señor mayor de origen Italiano que decía saber mucho del vivir, y yo le hablaba de lo hermoso de aquél paisaje y de que querría quedarme para siempre allí. Entonces una tarde, Renato, cansado ya de su experiencia, me miró con ojos de ternura y me regaló, según él, un gran consejo para el resto de mi vida: "Querida niña, la primavera, como el amor... se irá al caer el Sol, el prado tornará amarillo y las flores perderán su color. Perderás entonces tu interés por sentarte a ver la puesta de Sol, porque hará calor, las piernas fallarán y el Sol comenzará a ser molesto. Como el amor... lo bello nunca puede durar. Pero querida niña, más tarde llegará el Otoño con su molesto afán por retomar la rutina, con sus días más cortos y sus hojas desparramadas por el suelo... ahí sentirás que ya casi no lo puedes soportar. Y justo en ese momento, llegará el frío y el helado invierno y será ahí cuando sientas que ya no puedes más. Las calles se volverán blancas y el frío helará tus huesos, tus deseos se secarán, y ya no habrá nada que salvar... para cuando llegue de nuevo la primavera, tu ilusión se habrá consumido, si aún quedaba algo después del verano... Querida e inocente niña, no te ilusiones nunca cuando conozcas algo o alguien nuevo, no con tanta pasión, porque siempre, después de la primavera, llegará el verano, después el otoño y por fin el invierno... Y tu pequeño corazoncito no podrá aguantarlo...". Se fue Renato y con él los últimos rayos de Sol de aquél día y yo me quedé sentada en mi pequeño banco llorando por todo aquello que luego vendría. Pero cada día, al sentarme de nuevo en aquél banco, descubría algo mucho mejor, la primavera era mágica en la ciudad, los lirios sonreían y las jaras derrochaban su perfume sin cesar. Pasado el verano, he descubierto que me he vuelto a enamorar... de sus colores dorados, de sus rubias montañas y del calor de sus paisajes. Y sé que llegará el Otoño y entre sus hojas me volverá a seducir, con la caída tenue de las ramas, con el sonido del viento en los cristales y con su anaranjado atardecer. Y llegará el invierno, y con él la Navidad, la nieve, y el calor del hogar, las tardes de Domingo y los abrazos necesarios, y me volveré a enamorar. Y así de nuevo en cada estación, porque de la misma manera que sucede cuando conoces a la persona correcta, cuando estás en el sitio indicado, cada paso, cada cambio, cada estación... sólo podrá dirigirte hacia algo mejor. Y vendrán, presumiendo de sabiduría, a advertirte del seco verano del amor, y vendrán a advertirte del insufrible otoño del amor y del invierno... ya no querrás ni siquiera oír hablar. Pero bien sé, que si es como ha de ser, llegará el verano y te enamorarás, llegara el otoño y caerás rendido, el invierno te atrapará y así para el resto de tu vida.





Dedicada a su primer lector.


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