jueves, 19 de septiembre de 2013

Amor a primera vista







-¿Crees en el amor a primera vista? - . Me preguntaba hoy Rocío con una maravillosa expectación. Sus pupilas color tierra inundaban el mar del iris tan azul aguamarina que ocupa sin pudor gran parte de sus almendrados ojos, mientras sus negras pestañas rozaban sin esfuerzo el color pálido de sus párpados. Qué increíble es, pensaba mientras la fiesta de colores invadía su mirada.

Que si creo en el amor a primera vista dice...

Sí, si creo. A primera vista, a primer contacto y a primera palabra. Es algo realmente asombroso.
Un día cualquiera, te levantas, coges tu bicicleta de flores, no te preocupas demasiado de lo que llevas o de lo bien depilada que estés, porque llevas meses sin encontrar algo que merezca la pena llevarse a la boca. Y entonces... mientras pones la combinación del candado y atas tu medio de transporte a un pequeño árbol, llega por detrás y ni te das cuenta, pero algo se activa. Se activa y sabes que algo está punto de pasar. Algo, no sabes qué. Entras en el sitio a donde tuvieras que ir, te sientas en la sala de espera, alguien te habla... todo es muy normal. Entonces, entonces sale él, con sus penetrantes ojos marrones y, sin saber por qué, comienzas a temblar. Todas las alertas se activan. Se activan porque somos animales. No es crea en que vaya a venir de repente mi maldito ángel Cupido y vaya a apuñalarme sin piedad y disparar una vez más con su mala puntería. No, esto va mucho más allá. Y es que resulta que inesperadamente, sientes un encajar de una pieza que ni si quiera has intentado montar. Y es justo en ese punto, en el que percibes, que tu prodigiosa mente, ha sido capaz de escoger a aquél que te piensa cambiar la vida. El único que se va a atrever a dar la vuelta a tu mundo, a coger ese caparazón que con mucho esfuerzo te habías quitado, por no asustar a quien estuviera cerca, y lo va a limar hasta convertir en una dura capa de cristal, reversible y fácil de quitar cuando la ocasión lo requiera, pero necesaria, realmente necesaria.

Tú, querido Néstor, me has hecho sentir esto. Como siempre, no es el momento ni el lugar, pero sé que has cambiado mi vida y, lo mejor, es que creo que la tuya yo también la cambié.

Has tenido la paciencia necesaria, la sonrisa justa y la fuerza que a mi a veces me falta. Has sentido que encajas. Pero sobre todo, a pesar de haberme visto desnuda, no has querido devorarme, primero había que comenzar por aprender a vestirse.

Me pregunto si algún día aprendo a vestirme, estarás dispuesto a arrancarme la ropa con tu boca hasta hacerme desfallecer de placer.

Hasta que ese día llegue,
no dudes que estaré esperando.




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