miércoles, 27 de marzo de 2013

Tan cerca que ni lo ves.



Hay dolores tan profundos que desgarran el alma. La desgarran, la degollan, la mutilan, la encierran, la cogen... y como si de un fino cristal de bohemia se tratase, la rompen en mil pedazos, la hacen, la deshacen, como un corazón descubierto en mitad de una sala de cirugía y apretado sin consideración alguna hasta estallar. Hasta explotar en un sinfín de sádicas compresiones acompañadas fielmente por monstruosos chorros de sangre. Dolor. Simplemente dolor. Resignación, o quizá costumbre. Ocultación del mismo por miedo a la aceptación, por miedo a enfrentarlo... Miedo, miedo porque ya no podré dormir tranquila de nuevo, miedo porque es tan grande que no puedo tan si quiera masticarlo, miedo porque de nuevo, tenemos otra batalla contra la que luchar... pero esta, te prometo abuelito, que la vamos a ganar, juntos, por ti, por mi, por nosotros.

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