sábado, 6 de junio de 2015

Día 2.



Día 2 después de ti.

Sigo despertando a las 9 los sábados, como si tuvieras prisa por irte de mi cama aún. Somnolienta preparo tostadas para dos, y cuando abro los ojos a lo que estoy haciendo tiro los restos de mí misma por la ventana para alimentar a los pájaros hambrientos que tanto odiabas porque se comían enteras tus plantas de esa droga que te gustaba mucho más que un nosotros, y que te hacía perder en esos mundos que yo no alcanzo. Ya no suena Lana del Rey, porque no he pensado siquiera en llorar. Nadie se esnifa mi pelo para quedarse para siempre su olor, y nadie se acomoda debajo de mi cuello para darme su mano por las noches. Resulta que al golpear el espejo, cuando confesaste que cada atardecer dejabas tu corazón debajo de una almohada distinta, me rompí todos los dedos de la mano derecha y ni siquiera puedo acariciarme pensando en ti. Para recuperarme, estoy construyendo un puzzle donde es él quien finalmente le besa a ella. Y es ella, la que por vez primera en la historia, decide si corresponderle o no. Ambos están situados en un precipicio, aquel al que les ha llevado el amor. Es ella, la que tiene los pies fuera, pero también es ella, quien está llena de color: El Beso de Klimt, siempre te preguntaste por qué me gustaba tanto. Aquí tienes la respuesta. Siempre pensé, que él serías tú, con esas formas tan cuadradas y racionales en su capa, y que ella acabaría siendo yo, con esos colores y esas curvas en su vida, agarrándome por siempre a ese beso.


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