lunes, 27 de abril de 2015

Mi chica revolucionaria.



Mi chica revolucionaria
(…)
Tuvo un novio hijo de puta
–fue entre los veinte y los veinticinco–
y aún conserva invierno
de aquel viaje,
trozos de un puzzle inservible
no apto para cardíacos,
y yo que soy arrítmico
he preferido conocer nunca
todos los detalles
tal vez por esto
todos los hombres que vinieron después
nunca fueron novios, ni parejas, ni amantes:
fueron básicamente animales de compañía.
El miedo, el puto miedo.


De su infancia conozco poco
pero estoy seguro que pasaron cosas.
Un padre trabajador,
una madre obediente,
mayoría absoluta de mujeres
en una familia típica de los ochenta,
un barrio a las afueras de Madrid,
un corazón inexperto,
dudas existenciales sobre la muerte de un insecto
y setenta y nueve maneras
de defenderse de la lluvia.

Cuando canta desafina
pero me gusta,
cuando se enfada sin razones la desactivo,
cuando se enciende yo también prendo, cuando no llora
yo pongo el charco, cuando cocina
la como a besos, cuando conduce le meto mano, cuando me chupa le aprieto fuerte
y nos entendemos, cuando se corre
es un seísmo sin escalas.

(…)

-Diego Ojeda-


Fotografía: Serie Noire Pour Belle De Nuit,” by Peter Lindbergh for M le Monde 
(September 2012)



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