martes, 7 de enero de 2014

Y ni si quiera te conozco.



Echo de menos tus manos frías
junto a mi piel.
Tus cosas prohibidas.
Tu amor sin piedad.
Tu alma lacrada.

Echo de menos tu locura
que se cree tan loca
como mi cordura,
que se cree tan cuerda
como tu locura.

Tu piel,

¿he dicho ya
que echo de menos

tu piel?

Y ni si quiera te conozco.

Invades mi seguridad,
mojas mi inocencia
y te vuelves ternura
sin corazón
y te vuelves locura
sin compasión.

Ven,

vuelve a leerme esos versos
de un poeta que no existe;
la filosofía de un pensador
que te inventas.

Ven,

vuelve a contarme donde muere el río,
con el cauce cuyo nombre
ni si quiera conozco.

Ven,

Búrlate de mi ignorancia
y hazla tuya.

Azota mi inocencia
y destapa mi pudor.
Fustígame la lengua
si te nombro sin dolor.

Ven y hazme tuya
cada noche,
déjame morir al alba
y resucítame cuando llegue el ocaso.

Ocaso de una vida sin ti,
Alborada de una vida contigo.

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