lunes, 20 de enero de 2014

Gilipollas, quién.



-¿Por qué no me has llamado?.

- ¿Sabes? No soy perfecta.

- Lo sé. Y yo tampoco.

- ¿Entonces?

- ¿Entonces qué?

- Entonces porque sigues ahí, mirando como un pasmarote. Entonces, por qué no me has llamado tú, entonces por qué quieres saber de mi. Entonces...

- Ah, era por eso, ¿no? No me has llamado porque yo no lo he hecho. Genial. No tengo nada más que decir.

- Muy bien.

- Genial.

Se dio la vuelta y se fue. No le he vuelto a ver. Era un auténtico gilipollas. Un gilipollas de remate. Pero mierda, coómo me gustaba ese maldito gilipollas. Aún recuerdo cuando me hacía cosquillas hasta que no podía para de reír. Cuando me sorprendía por detrás y me apretaba bien fuerte de la cintura. Aún recuerdo cuando caminábamos juntos, cuando yo era su musa, cuando me hacía sentir así. Aún recuerdo cuando me hizo permanecer inmóvil durante seis horas sólo para reflejarme en un maldito cuadro, siempre decía que no había encontrado una sola foto que se me pareciese, decía que cada día era distinta, camaleónica.  Una auténtica locura...
¿Que por qué no le llamé?. Pues muy sencillo: estaba esperando a que él lo hiciera, siempre se olvidaba de hacerlo y yo ya me harté. ¿Que si no había nada más? No, la verdad que no. Era perfecto. Para mí, al menos. Su ostentosa afición al cine y al arte minimalista, seguramente hizo que muchas huyeran. Pero yo no, para mí era increíblemente perfecto. Y su nombre, cuando lo pronunciaba con ese acento italiano me hacía enloquecer: Pietro.... ¿Qué por qué le dejé ir?. ¿Pues no te lo he dicho? Porque no-me-lla-mó. ¿Te queda claro?. ¿Que si para mí era tan importante?. Pues no, pero.... era importante.

Colgué el teléfono al escucharme decir semejante estupidez a Paula. Corrí a llamar a Pietro. Nadie contestó aquella tarde en el número 43 de la Calle Primavera. Pietro se había marchado para siempre, y yo nunca podría volver. Volver a sentir, volver a vivir.

Hoy, quince años después, no he vuelto a amar. No puedo, el terror me invade, las piernas se paralizan y ya no sé respirar. La angustia me provoca tal sufrimiento que no merece la pena. No, nunca más. No quiero volver a amar.

Aún me sigo preguntando por qué no me llamó. Maldito gilipollas.

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