domingo, 1 de junio de 2014

Somos instantes



Lo más curioso del reloj de la iglesia de Santiago, es que no tiene dial, ni manillas, ni si quiera un pantalla digital. Puedes saber casi siempre la hora que es porque marca continuamente el tiempo. A las cuatro, a las cuatro y dos, a las y cuarto y a las menos cuarto, también los hace a y media y a en punto. Pero nunca puedes saber exactamente la hora que es, si no es cuando él quiere. Puedes orientarte por la caída del Sol, por la posición de las cigüeñas al atardecer o por alguien que pasa por al lado y mira su reloj, pero nunca podrás saberlo con exactitud si se trata de él. Nunca podrás saber a qué hora quiere que llegues o que alces tu mirada. Sabrás cuando amanece y cuando anochece, sabrás las horas en punto, las y cuarto, las menos cuarto. Pero sólo si él quiere. Corre de tu cuenta dejar que sea el reloj quien maneje tu vida o ponerle unas manillas. Yo he aprovechado los rayitos de Sol que entran por mi ventana y he dibujado una sonrisa con una nariz que va dando vueltas al ritmo de Lorenzo.

Ahora mi tiempo depende del Sol,sí, pero al menos, no depende de ese maldito reloj.




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