viernes, 29 de noviembre de 2013

Por miedo a los golpes.


Supongo que después de los insultos
venían los golpes.
No me quedé a comprobarlo
aunque tardé en olvidarlo unos meses;

y ahora tengo pavor al compromiso
por miedo a los golpes que no recibí,
y ahora tengo miedo a tenerte
por si su sombra pasara por aquí.

Ayer me ofrecieron un contrato
de trabajo.
Huí,

por miedo a los golpes.

Ayer me cogiste de la mano.
Huí,

por miedo a los golpes.

Entonces me miras,
me miras y sonríes
y secas la lágrima que dibuja una curva en mi mejilla
y prometes no agarrarme de la mano
si te dejo caminar a mi lado.

Y prometes no hacerme daño.
Y no te creo.
Y me quedo a tu lado,
y no es porque haga frío
supongo que es porque te quiero.

Me coges fuerte de repente,
tan de repente que me asusto
y huyo,

por miedo a los golpes.

No corres,
te sientas y esperas a que vuelva
y no vuelvo,

por miedo a los golpes.


Caminas sin rumbo esperando encontrarme
y corro hacia a ti,

ya no tengo miedo a los golpes.

Y me abrazas fuerte
y cierro los ojos
y sólo hay magia.
Y cumples
y no me agarras nunca,
y sólo caminas al lado,
y nos perdemos en un sueño
que nunca ha ocurrido.


O si.

Caminas a mi lado,
y haces que pierda el miedo,
aunque azote el corazón
si pienso en perderte,
yo nunca le tuve miedo a los golpes
de ese condenado indecente.

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