sábado, 30 de noviembre de 2013

A la plenitud le falta un verso



-¿Quién coño se follará a este pedazo de tía y qué cojones hace por aquí tan sola?- 

Esta mañana había decidido salir a buscarte. Iba mirando todas las aceras para encontrar una que se pareciera a aquella que aparecía en la foto en la que estabas con mi mejor amigo. Y ninguna se parecía. Desesperada, buscaba una y luego otra y otra… El problema quizá no eran las aceras, el problema es que salí a buscarte cuando ya era demasiado tarde, siempre lo hago así. Pero preferí salir con los labios color rojo Yves Saint Laurent, mi abrigo de piel sintética y un sombrero de ala ancha. Los labios rojos, eran por si tenía que besarte. El abrigo de piel, por si no te encontraba y el frío hacía con mi corazón una de las suyas. El sombrero…para llegar hasta el cielo. No te encontré y comencé a morderme el labio hasta casi quitarle el color, me desabroché el abrigo y caminé erguida. Enfadada me colé entre calles por las que no suelo aparecer, y de repente, en medio de toda esta distracción, la agonía de no volver a verte y el desastre que estaba causando con mis atuendos, escuché este comentario soez pero  bastante adulador. Miré a mi alrededor por si había alguna chica de metro setenta, de esas que siempre he querido ser, o si había alguna rubia o si acaso paseaba por allí alguien que te mereciera más que yo; pero no, no había absolutamente nadie. Y entonces recé, recé porque estuvieras allí y no te hubiera visto, que estuvieras asomado a un balcón y rieras con fuerza y pensaras lo mismo que aquél, y bajaras a terminar de quitarme el rojo de los labios. Pero no estabas y perdí la sonrisa. Los Sábados ya no son Sábados desde que no te pasas por aquí. Los Sábados, parecen más bien terribles Domingos en los que nunca te pude ver. Incluso los Lunes, han dejado de encantarme porque no estás. Me invento alguna excusa, pero ninguna es lo suficientemente buena como para molestarte, así que lo dejo estar. Y me dicen que corra hacia a ti, pero no puedo, pero no quiero.
¿Sabes? Ha sido una semana fantástica, llena de buenas noticias, amigos y un éxito resplandeciente en todo lo que hago. He sido plenamente feliz muchos días, hasta he escrito algo sobre ello. Pero después de todo, si no hay con quien celebrarlo el Sábado, si no hay con quien abrir una botella de champán, si no hay nadie que te espere cuando subes ese montón de escaleras corriendo y cantando… Si no hay nadie a quien sonreír, no es que sea triste, es que es raro. No es que la felicidad no sea plena, es que me gustaría celebrarlo. Y sí, soy de las que se beben una botella de champán sola y ríe y ríe y ríe… pero al tercer ríe… todo el mundo cierra la botella de champán y se va a dormir. Te engañaría si dijese que después del tercer ríe no quiero un buen polvo que me haga seguir riendo y riendo sin parar, te engañaría si te dijera que no quiero caminar contigo mientras lo celebramos con un helado, te engañaría si te dijera, que no es contigo con quien quiero celebrarlo. Aunque ni si quiera existas, aunque ni si quiera te conozca, aunque tú no seas libre y aunque yo no debiera escribirlo. Aún con todo eso, me gustaría celebrar contigo de la mano y cantar que si no estás tú para celebrar a  la plenitud le falta un verso.



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