miércoles, 18 de julio de 2012

Una historia más


Después de años y años de búsqueda de mi propio yo. De kilómetros recorridos en busca de la verdad. De tantos misterios descubiertos a través del método del error... De corazones rotos. De momentos equivocados. De personas más equivocadas aún, después de no saber quién soy y en este último año haber descubierto esa parte de mí que aún resiste y que no soporto... Después de todo eso, después de los momentos en soledad en los que he conseguido que un momento de respiración profunda me llevase al cielo, después de aprender, junto al loco de mi padre que la respiración es fundamental para la salud, que la respiración oxigena el cerebro y que si no respiras... Mueres. Entonces, entonces aparece ella. Una chica que aparentemente tiene todo aquello de lo que llevo huyendo los últimos diez años. Sin embargo, allí estaba yo, atraído por una fuerza superior a mi consciencia, pegado a su sonrisa, una cruel noche de verano, y allí estaba ella, sonriendo sin cesar a alguien que cruzaba sin mucho miramiento lo opuesto totalmente al chico de sus sueños. Después de más de una mirada de deseo, salimos sin mucho esfuerzo de aquel bar. La cogí tan fuerte como mi cruel estado de embriaguez me dejaba y comencé a besarla como si aquella fuera la última noche, como si aquello nunca pudiera acabar. Le metí la mano bruscamente por la entrepierna mientras que a la vez cogía su frágil brazo y lo llevaba fuertemente contra la pared. Entonces lo vi, tatuado en su muñeca: Respira. No lo podía creer, todo lo que había estado aprendiendo en este último año se pasó por mi mente en cuestión de segundos y supe que aquello era algo más que casual, aquél momento me sacó de mí, me transportó a otro estado. Éxtasis quizá. Comencé a penetrarla suavemente y por primera vez en muchos años, conseguí hacer el amor. Algo me dijo que era ella, que ella era la chica, que aquella frágil muñeca de cabellos rubios me había estado esperando toda su preciada vida.

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