viernes, 25 de abril de 2014

El futuro.



De esas

veces
que te revienta el corazón de sólo escucharle.

Hubiera pagado un millón
por poder grabar el latido
de mi corazón
aquella noche
sobre su pecho.
Hubiera pagado un millón
de los grandes
por tenerle en mi vida para siempre
esa noche.

Como un reloj
que marca imparable
los segundos de mi día,
se me escapan los te quiero por la boca
y no los paro,
no son segundos, son esa medida del tiempo que no conocemos
la que hace eternas las palabras que nunca dije
en tu memoria.

Son los latidos
del exilio de los versos de un poeta.
Desesperación eterna,
cuerpos infinitos entrelazados
en palabras nunca dichas
que hechizan.

Mi redención,


cárcel de alma libre donde despliegan mis alas
en tu vuelo.

Lágrimas del diablo
cuando me encuentra en tu cielo,
en ti,
entre tus brazos,
dentro,
muy dentro
de mi.

No hablemos del futuro.
Silencio.




El futuro
esa cáscara fina que envuelve tus labios cuando me besas
y tú no estás.
El futuro
eso que más que magia es un desierto,
dónde sólo tengo sed.
Hambre de ti.

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