jueves, 4 de agosto de 2016

Son pocas ojeras para tantos sueños.




Antiguo oficio humano, 
este de querer apagar la luz. 
¿Te acuerdas de la última vez 
que creímos poder iluminar la noche?

-Gioconda Belli-

En estos días de victorias del Real Madrid, en los que la filosofía pende de un hilo y vuelve la moda de los pantalones campana, de escaños de colores que aún no han aprendido que de la lluvia y del sol nace uno de los fenómenos más bellos que existen en la Tierra (pero qué sabrán del cielo quienes cierran puertas y ventanas para no ofrecer refugio a quien se pierde en la noche y ahoga en el barro de una frontera imaginaria). En estos tiempos en que las hamburguesas las sirven jóvenes licenciados y no dejamos descansar a nuestros mayores después de una vida entregada a la rutina. En esta época de incertidumbre, desasosiego, descontento e indignación, nos volvemos más humanos que nunca y recurrimos a la caricia de los versos.
Hemos creado una sociedad generosa, ‘la sociedad del compartir’. Regalamos a los demás todo lo que nos apasiona a través de herramientas de uso común como son las redes sociales. Y ahí, más que nunca, resucita ella, la poesía:

Jamás debisteis usar las palabras en vano: 
vivís en un país lleno de poetas.

-Elvira Sastre-

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto cruzar la puerta sin decir que no, curiosear los libros... rezaba Luis García Montero. Y aunque tú no lo sepas, yo lo he visto: jóvenes apasionados, curiosos, creativos, lectores. Jóvenes decididos, jóvenes con voz, jóvenes con ansias de libertad, con ansias de vida. Construyendo un mundo mejor, resucitando la cultura en ciudades muertas, haciendo cola en firmas de libros, llenando salas en eventos de poesía, gritando y reclamando un mundo mejor. Luchando por quedarse en un país que invita al abandono, luchando por rescatarlo.
Creo fervientemente que la incertidumbre, la inestabilidad, la escasez que ahora mismo vivimos nos hace dudar, nos remueve de nuestros cimientos, nos levanta de ese sillón tan cómodo que habíamos construido años atrás, y ha creado una generación que se cuestiona continuamente, que persigue algo hasta conseguirlo, una generación capaz de
hacer que un libro con un título que puede parecer algo obsceno pero sencillo, directo y real (cuántas veces usamos esta expresión) pueda vender miles de ejemplares y regalarme un nombre tan bello para este artículo: Son pocas ojeras para tantos sueños de ‘Ojalá, joder’, Escandar Algeet.

Y sí, como dice Elvira, nos han convertido en el ejército más poderoso: ese que no tiene nada que perder. Pero de nada nos serviría que en Chino crisis significase oportunidad, si no hubiéramos tenido a alguien que nos lo enseñase, que tradujese esas palabras a nuestro idioma e hiciese de ellas nuestro credo. Y ahí es donde entran ellos: padres, profesores, amigos, hermanos. Personas que nos ayudan a construir nuestros cimientos, e incluso a removerlos. Yo tuve la suerte de crecer rodeada de gente maravillosa: las Hijas de la Virgen de los Dolores y mi familia. Hace poco descubrí que mi padre había escrito en el libro de la primera comunión de mi hermana mayor, Libertad: 'Que siempre tengas Libertad’. Esa fue la base de mi educación: que siempre tengas libertad, y que siempre te tengas a ti misma. Dos conceptos que han marcado mi vida, y me han hecho mejor persona. Pero esto también lo experimenté en el colegio, donde pasé toda mi infancia y juventud hasta la mayoría de edad. Respeto y tolerancia eran las dos palabras que llenaban los pasillos del Sagrado Corazón, y las bocas de mis padres. Además de valores, tanto padres como profesores me enseñaron a pensar, a ser independiente, a ser mujer. Me enseñaron a valerme por mí misma. En el colegio, recité los primeros poemas en alto junto con mi compañero y gran amigo Sergio:

¿Ondi jueron los tiempos aquellos, 
que pue que no güelvan, 
cuando yo jui presona leía 
que jizu comedias
y aleluyas también y cantaris 
pa cantalos en una vigüela?

Allí aprendí a leer, a sumar, y a pensar. Y de ahí nació Patricia Luna, una persona que escribe, pero sobre todo que vive cada instante como si fuera el último, como si no lo fuera a recuperar jamás. Y de ello, con todas esas ojeras, con tantos sueños por cumplir intenta hacer algo parecido a la poesía que conmueva, despierte y, sobre todo, enamore.


(Artículo publicado en el periódico del CSCJ, en junio de 2016)

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