jueves, 30 de junio de 2016

Hoy me han llamado por teléfono y me han dicho: prepárate, tu vida va a cambiar.
He cogido un helado de limón y me he sentado en el sofá frente al televisor apagado. He mirado a mi alrededor y pensado en las cosas que me llevaría conmigo. Mi viejo tocadiscos, unos cuantos vinilos, el libro que me regaló David, y a ti. No necesito más. Aunque supongo que no puedo tenerlo todo, el tocadiscos ocupa demasiado, los vinilos pueden romperse, y tú no te vendrás conmigo. El libro es lo único que me llevaré. También supongo que no esperarás a que yo regrese -yo no lo haría, y no: no pienso pedírtelo-. Ya te he visto en otros poemas y siempre acabas mal. Nunca he tenido el valor suficiente para quedarme el tiempo necesario. Siempre he dejado que el caprichoso destino manejase los hilos a su antojo, y siempre ha salido bien: ya ves, sigo viva. No todo el mundo puede afirmar eso.
Y preguntarás: ¿ahora qué? Y yo responderé: ¿y ahora qué? Y nos quedaremos así, recordando cómo pasamos la primavera superando el miedo al amor y a hacernos daño, cómo me agarraste por primera vez de la mano, cómo me besaste, y cómo no llegamos a pronunciar las palabras mágicas: te quiero.

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