jueves, 14 de mayo de 2015

Es especialista en abrazos que duran horas, porque sabe que el tiempo lo construimos nosotros con las cosas importantes, y no hay nada más importante que un abrazo. Ha pasado a mi lado gripes, rupturas, mudanzas, despedidas, y muchas otras cosas que no caben en una palabra. Él, sabe que todo se cura de la misma manera: con abrazos. Y parece que no piensa dejar de darlos nunca.
Aún recuerdo cuando llegó a casa. Era un pequeño trasto maltratado y, aún así, ya era experto en dar amor. Al ver el palo de la escoba temblaba hasta ponernos a llorar los dos, pero como es un valiente aprendió a superar su miedo a los ruidos y a los palos. Aún no ha superado su miedo a las personas (pero es que yo tampoco) los niños le pegaban patadas cuando era un bebé y hay cosas que no se olvidan. Y cuando ya casi había superado aquello, vio una forma de maltrato que los humanos no vislumbran porque no deja a la luz ninguna cicatriz. Desde entonces, se asusta con facilidad de cualquier chico que mida más de 1,75 (yo también), y antes de que puedan articular palabra, él les deja claro que no será tan benevolente como lo fue con el primero, les deja claro que en esta casa no hay cabida para lo que no sean abrazos y buen humor, que no habrá más heridas, que no nos volveremos a curar. Antes lastimaremos.


Él podría llamarse Rex, y es mi perro.



Fotografía: Eliot Erwitt.

No hay comentarios:

Publicar un comentario