domingo, 22 de enero de 2017



Al menos aquí solo hace frío.

Mucho frío, sí.

Pero existe la posibilidad

de seguir vivos.

Hacemos fuego

calentamos algo de agua

y pasan las horas heladas.

Contamos historias

Y solo

Han muerto cinco.

Ya no nos persiguen.

Aunque nos cierren las puertas seguimos

Vivos.

Sabemos que hay gente al otro lado

del muro

que nos ha traído esperanza.

Contamos historias a los niños

Les decimos que existen ángeles,

Personas de mirada limpia

Y gran corazón

Que piensan en nosotros al dormir

Y, a veces

-aunque la mayor parte del tiempo no,
es verdad-

Eso es suficiente para seguir.

Nos morimos de frío,

Estábamos muertos de guerra.

Siempre batallando

Sin haber querido formar parte

Del combate.

No queremos entenderlo.

Queremos regresar.

Hacerlo bien.

Trabajar.

Y ser uno de esos ángeles,

De mirada limpia,

Que nos salvaron cada día

Solo pensando que allá, al otro lado

De la frontera

Seguía habiendo vida.

Mi hijo quiere ser médico.

Porque todos los días, Gonzalo

Viene, y le abraza para que entre en calor.

A pesar de los parásitos, la sarna y las infecciones.

Gonzalo, viene. Se quita la chaqueta, y le abraza tan fuerte que creo que es el amor lo que le mantiene con vida.

Mi hijo cree que la medicina es un abrazo.

Aquí no tenemos medicinas.

No suficientes.

Me basta con que mi hijo sepa

Que la esperanza

Será su salvavidas

Y que en Siria,

o en España,

Será el mejor médico

Que haya habido nunca.

Porque sobrevivirá.



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