viernes, 9 de septiembre de 2016

Ya sabes.
Nunca quise hacerte daño.
Ni siquiera pensaba
que existía la posibilidad
de que yo,
una insignificante yo,
pudiera herir a alguien como tú,
ya ves.
Siempre tan puño cerrado,
quién iba a imaginar
que detrás de eso,
había un conejito
encarcelado.
Ya sabes que voy por la vida
como quien pisa los charcos
casi sin querer
o a coletazos.
No me doy cuenta
si estoy volando
o en el suelo agonizando,
yo qué sé.
No me tengas en cuenta,
ni pienses que voy a balazos.
El poeta solía llamarme
"niña de la vida destrozada"
ya ves,
no hay nada, absolutamente nada,
que temer,
y mucho menos que envidiar.
Recoge tus armas,
ve a otro campo,
que aquí no hay batallas,
aquí sólo encontrarás
los abrazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario