lunes, 11 de abril de 2016

Quiéreme si te atreves.




Supongo que, al final, todos encontramos alguna imitación barata del amor. Esa mitad con la que compartimos gustos, aficiones, tiempo, y que nos llena un poco. Nos llena la mayor parte del tiempo, pero siempre tenemos un vacío. El vacío que nos recuerda la crisis de los 30, de los 40, de los 50... y así hasta la muerte. Porque sí, estamos bien. Pero no lo hemos encontrado, o si en algún punto lo encontramos, como me pasó con él, lo dejamos ir. Simplemente porque no era el momento, no era fácil, no era posible. O ese millón de excusas que nos pone el miedo cuando se planta delante de su gran enemiga la felicidad. Y nos invade, y nos vence. Porque el miedo es un gran cabrón que conoce de sobra nuestra debilidad, y la felicidad es ingenua y no puede con él. Maldita envidia que domina al miedo. Maldito miedo que corrompe mi felicidad. Y eso fue él: un momento imperfecto, un millón de excusas, un 'quiero ser libre' cuando no me daba cuenta de que mi única libertad ocurrió contigo.



¿Capaz o incapaz?

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