domingo, 13 de marzo de 2016

arrancar una flor

Ayer cometí el error de arrancar una flor porque me sentía sola y pensé que su belleza me alegraría. Al oír el crujir de su tallo sentí que se me rompía el corazón. Me la puse en un botón y caminé con ella. Al llegar a casa estaba mustia. Me puse muy triste. Había acabado con su vida y su libertad para intentar arrancarme de cuajo la soledad. Decidí ponerla en agua, a ver si acaso así. Y sí, ha decidido vivir. Y alegrarme los domingos. La saco al sol y parece que sonríe. Yo, que acabé con su vida, recibo de ella todo su esplendor. No sé si es un regalo, o el castigo de saber que pronto marchitará porque una flor debe estar ahí fuera, ondeando su melena al viento, bailando al son de sus compañeras. Aquí, en mi vaso, ella intenta regalarme su magia. Pero no, sin libertad y arena, mi flor se marchitará.
Y esto es lo que siempre traté de explicarte cuando no entendías mi sed de libertad. Hoy, con la flor ahogada en mis buenas intenciones derramo lágrimas por haberte reprochado tus ansias de mí, pero sabiendo que era imposible sobrevivir.


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