Tengo que contarte algo:
No quisiera asustarte, ni
que salieras corriendo. Pero me parece importante hacértelo saber. Estoy rota,
hecha pedazos, trizas, trocitos pequeños, como quieras decirlo. Pero no estoy
entera, ni lo estaré nunca. Eso no es malo, ¿sabes? Es solo que a veces llueve,
y en otras personas la lluvia no cala, o hace una simple gotera. A mí me arrasa
a caudales por cada cicatriz, me sale por todos lados y acabo haciendo un río
de lágrimas. Tranquilo, sería raro que me rompiera aún más. No sé si siquiera
si esto es posible. Seguramente sí, pero no me gusta pensarlo. Solo quiero
contarte que a ratos largos me verás inundarlo todo. Pero también que cuando
entra el sol se me sale por los poros, y mis huecos hacen unas formas
preciosas, joder. Hasta a veces me asombro yo misma cuando veo el sol salir por
mis heridas. La proyección de la luz en ese momento es tan impresionante que
parezco no tener un solo rasguño. Y eso da pie a engaño, ¿sabes? Y yo no quiero
engañarte, ni que te enamores de esa parte de mí que no soy yo. Que no soy yo
siempre. Quiero que lo sepas todo. Y una vez lo hayas visto, decidas si quieres
quedarte o no. Nunca lo decidas antes, por favor. Bueno, irte puedes irte
cuando quieras. Pero no quieras quedarte sin saber a qué huelen las humedades,
o si puedes respirar en ellas.
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